15/1/13

un camino de arcilla

METAL magazine

Hay una obra que sobrevuela la conversación con Fernando Casasempere (Santiago, Chile, 1958). Su instalación Out of Sync. 10.000 jacintos de arcilla hechos a mano e individualmente que, desde el patio principal de la Somerset House, clavados sobre sus tallos de metal, este año recibieron la primavera londinense. La tosca belleza de las flores de arcilla, su complicidad con el edificio neoclásico, el contraste con el frescor del césped y la magnitud de la repetición, dieron en la tecla de la monumentalidad y la poesía. Fue una fiesta para los sentidos. Eco y amplificación de la alegría que traen las primeras flores después del invierno.

Fernando Casasempere lleva quince años viviendo y trabajando en Londres. Ahora regresa a Chile a través de su obra. Ha donado a Chile su Out of Sync y los jacintos de arcilla recibirán otra primavera, la austral, desde el patio del Palacio de la Moneda de Santiago, otro edificio neoclásico. Aún hay un dato más relevante, más inmensamente poético. Si en la instalación Back to the Earth enterraba las piezas de arcilla en un regreso simbólico a los orígenes del material o en Under the Forest los troncos desnudos modelados con sus manos se camuflaban con la vegetación natural del Jerwood Sculpture Park, ahora, con Out of Sync, llenará de flores el desierto. El desierto de Atacama ha sido su inspirador para esta obra y es su destino final y permanente. “El desierto tiene algo bien curioso —dice Fernando—. En Out of Sync utilicé colores del desierto de Chile, eso estaba claro desde el principio porque era donde se iba a instalar y amalgamar. Pero además está el gesto. Como hicieron los árabes al llevar el agua a sus espacios interiores porque allí no la tenían, o como con las flores en los cementerios, lugares que no tienen flores pero donde se usan flores. Son flores de papel o de plástico para poder durar, flores hechas por el hombre.” 

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Annette Merrild

B-GUIDED

Después de vivir y estudiar en lugares tan variados como Copenhague, Mombasa, Hamburgo y Nueva York, Merrild se trasladó a Barcelona en 2006, donde reside actualmente junto con su familia. Ha participado en exposiciones individuales y colectivas desde 1994 y mas recientemente en el Museo de Arte Moderno de Estambul, con su anterior proyecto The Room Project. Regularmente organiza cenas-eventos para coleccionistas y entusiastas del arte en su taller-galería del Raval, en un intento de buscar una alternativa a los canales tradicionales del mercado del arte.

El trabajo de la artista Annette Merrild (1972, Herning, Dinamarca), está fuertemente influenciado por el libro y el documental seminal Ways of Seeing, de John Berger. En su prólogo, Eulàlia Bosch escribe: "Lo visible puede permanecer alternativamente iluminado u oculto, pero una vez aprehendido es una parte importante de nuestra vida". Annette Merrild transforma lo visible. Con su serie 265 deconstruye retratos pornográficos de mujeres pintando sobre fotos de revistas, mientras que con Icons 1400-2010 hace sus intervenciones utilizando el sujeto masculino. Al final del proceso casi no hay rastro de los contenidos pornográficos originales, las nuevas figuras son musas eróticas e iconos religiosos que emanan una energía encantadoramente femenina, partenaires privados de su dominio en el caso de los hombres, despojados de sus prendas y revelando así su fragilidad. En Black and White (sculptural paper), agrega pegamento sobre figuras que han sido atadas a la manera de la práctica del bondage. Interviene con la materialidad del cuerpo femenino y centra la atención en su carne, en su condición básica como objeto final de deseo. También en The Story Tellers of the Remakes reflexiona sobre la construcción del discurso y presenta un ejemplo de la forma literal en la que funciona. Baña sus colecciones de Barbies, Kens y otros personajes de cuentos infantiles con un magma de oro; las esculturas son colocadas en un pedestal y protegidas con una campana de cristal como si se trataran de piedras preciosas. Baratijas que evidentemente mienten acerca de su condición, artefactos del pasado de aspecto inocente que informan al hombre contemporáneo que se encuentra abrumado por su cuerpo, capaz de someterse a intervenciones plásticas (entre muchas otras acciones que se pueden cometer en el cuerpo) con el fin de alcanzar el ideal físico. La realidad, dice Eulalia Bosch, es el "reino de lo visible", que una vez atrapado "no puede ser capaz de renunciar a ese tipo de existencia que se obtiene en la conciencia de aquel que lo ha notado / que lo ha percibido". En The Room Project, una obra puramente conceptual y fotográfica muy alejada de su producción más reciente, Merrild explora la construcción de identidades. Un apartamento, una muñeca, una imagen pornográfica, un cuento popular son los objetos de sus estudios.

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21/3/12

stay playful


APARTAMENTO magazine
Cuando salgo del archivo repleto donde he husmeado un rato, Javier Mariscal ha vuelto a coger la paleta de colores y se concentra en pintar el mundo. El globo terráqueo tiene unos setenta centímetros de diámetro y es la nueva idea in progress para la productora italiana Magis, una pelota para niños entre dos y seis años. A su lado hay una enorme pintura de formas sinuosas y colores estridentes. También ha trabajado en el lienzo recientemente.
Los Garriris de Javier Mariscal van camino de cumplir cuarenta años. Aparecieron por primera vez en el comic El Rrollo Enmascarado en 1974 y, desde entonces, la espontaneidad de Fermín, Piker y Julián no para de colarse en cada proyecto que emprende el creador valenciano, ya sea solo o junto a sus hermanos y estudio imprescindibles. El lazo genético es un grito estético en Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, las sillas Garriri y Julián o la última campaña para Camper, pero también en el interiorismo de los hoteles de lujo o en la peli Chico & Rita está presente el espíritu de aquellos primeros personajes y la frescura de su trazo a mano alzada. Esa fidelidad, esa visión, es la marca de estilo Mariscal.
Al Palo Alto de Barcelona hemos venido a buscar al creador de imágenes, un niño grande que cuelga las piernas de los apoyabrazos de la silla mientras hablamos, aún necesita dibujar para encontrar sentido y venera la mente de los niños. El lugar es un antiguo complejo fabril donde hoy conviven una veintena de empresas; un auténtico vergel con buganvillas, hiedras y parras que alcanzan los diez metros de altura, una huerta, un estanque con nenúfares y una infinidad de plantas silvestres. La nave enormísima donde se encuentra el estudio ha albergado hasta 80 personas durante tres años para la producción de Chico & Rita. Hoy son muchos menos, pero igual hacen ruido. Nos sentamos fuera, en un jardín tranquilo.
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muebles imposibles

APARTAMENTO magazine
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Son las 5.30 de la tarde de un sábado de septiembre en Barcelona. Estamos en un patio de macetas que no habita ninguna vieja dama sino jóvenes artistas que tienen aquí sus espacios de trabajo. Esperamos, Jordi ultima detalles. La sombra de una vecina torre modernista se retrae, una fuente de azulejos presidida por la figura de una virgen provoca cierta inquietud desde su rincón. Uno a uno van llegando los participantes de este workshop de verano, con sus padres, que serán las manos obreras al servicio de las ideas de los niños. Cuando están todos, antes de empezar con los muebles de porexpán, la auténtica razón del encuentro, un hombre de bolsas de plástico azules se eleva por el impulso de un ventilador de teclas anaranjadas. Todos saltan, tropiezan, se ríen. Nada más hace falta, la magia ha sido invocada y la actividad comienza un par de minutos después.

A María le gustan los muebles tipo Memphis que Jordi muestra como inspiración. Se concentra sobre el papel en blanco evocando las formas y al fin diseña una silla suntuosa y “simple de construir”, como se ha sugerido. A Albar se le iluminan los ojos cuando oye que una silla puede partir de un triángulo y enseguida ha dibujado el modelo propio que plasmará en porexpán y pintará con rotuladores. Denis comienza el primero sobre las planchas de material, trazando las cuatro patas de su creación y un respaldo alto, como de trono real, que su padre corta con el cuter. Luc irá ajustando su idea sobre la marcha, un asiento que es también un mueble para guardar todas las cosas imaginables. Sobre el final, la dulce Astrid, demasiado pequeña para la focalización que exige la actividad, recoge unos restos de porexpán que han quedado por los rincones y construye una enorme cámara de fotos con la que retrata y busca ser retratada. Todos confluyen en una sesión ante el fotógrafo que exige tanta estabilidad de las bellas construcciones precarias como mesura por parte de estos creadores felices con sus creaciones originalísimas.
Al frente del workshop está Jordi Ferreiro. Lo que este educador y artista se propone en ésta y sus otras actividades con infantes es nada menos que imprimir una experiencia sensible en la memoria de los niños. Una imagen que se instale en la elite de los recuerdos de infancia y provoque una de esas conmociones que señalan caminos sensibles o incluso de vida. En los workshops, también trabaja a partir de su propia obra y de la obra de artistas invitados. Pero al final todos desaparecen, incluso la obra como un asunto de “arte”. Los niños se convierten en los únicos hacedores de la gran magia que envuelve a los encuentros.

15/11/08

dar vida a la materia

APARTAMENTO magazine

Saber esperar ha sido una de las claves de Max Lamb para poder habitar el lugar de sus sueños. Un taller devenido loft, ubicado en un antiguo complejo industrial del norte de Londres, en un área de gran diversidad étnica y una pobreza evidente. El complejo es pequeño; una calle central separa apartamentos y talleres, indistintamente, a uno y otro lado, a lo largo de unos 50 metros. Max comparte con su novia un espacio de pocos metros cuadrados y de distribución abierta, donde el blanco impecable de las paredes estalla a estas horas en que el sol cenital atraviesa los grandes ventanales del techo una planta más arriba. Funcional y despejado, todo tiene la calidez sencilla y sensible de la decoración minimal e industrial noreuropea. También el suelo es de un gris luminoso, así que algunos de los objetos del propio Max y unas sillas Eames junto a la mesa, en el salón, destacan como si fueran joyas sobre un paño limpio. El taller en la habitación contigua ha devenido almacén temporalmente, pero aún se distingue su estructura y se adivinan herramientas y espacios de trabajo.
El equipo de Apartamento acude al encuentro de Max y de su hogar-estudio cual, según parece, un pequeño escuadrón de fisgones. “Marco estuvo ayer, charlamos sobre el proyecto para Apartamento, y creo que quería dar un vistazo”, dice Max con una media sonrisa en el rostro que comunica que le divierte nuestra debilidad, pero también, intuyo, halagado porque su vida despierta esta curiosidad y porque se enorgullece de su lugar, en cuya refacción ha utilizado sus propias manos igual que lo hace en sus creaciones. Un día después de Marco Velardi, llego yo y me siento en su sofá negro de polyestireno (el único de dos cuerpos que ha producido; un objeto agresivo a la vista, por lo tosco, pero suave al tacto y acogedor al cuerpo). Hablamos gratamente entre cafés y galletas, mientras él lleva y trae objetos y materiales que ayudan a visualizar los proyectos terminados y nuevos, las ideas que acaricia y las materias que lo desvelan.
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17/9/08

la curiosidad como motor

METAL magazine

Él es insistente y yo no paro de pensar por qué vuelve a lo mismo. A dar rodeos e inventarse respuestas ingeniosas para no explicar lo que por poco suplicamos que nos cuente. ¿Dónde está el cable que sostiene las burbujas voladoras? ¿Por qué no lo vemos? ¿Qué hizo, cómo lo eliminó, si en los sesenta no había Photoshop? En nuestra charla, lo escucho expectante cuando relata anécdotas sobre esta misma eterna pregunta y sus escabullidas memorables. Él ríe, divertido con las respuestas y el ingenio propio. Yo sonrío para complacerlo, frustrada porque la revelación no llega.
Al fin, comprendo un día que no es chiste el chiste, y tampoco es la avaricia del profesional que mantiene sus secretos celosamente guardados. Cuando me dispongo a escribir este artículo, reviso algunos materiales en su web y así doy con una entrevista con Paul Gachot. En esta conversación sobre tecnología y medios, Melvin Sokolsky concluye que la tecnología nos tiene mal obsesionados, porque en el furor por los dispositivos y los trucos informáticos estamos haciendo a un lado los contenidos. La ilusión de los contenidos, la trascendencia de las ideas y las estéticas y el placer y la emoción de disfrutarlas se difuminan mientras nos obstinamos en averiguar “cómo”. Algo está mal si aquella imagen plena de poesía o esa canción sublime dispara, sobre todas las cosas, nuestra curiosidad tecnológica. Algo así dice. Y la revelación me sorprende. Dudo que sea de este modo todas las veces; pero con demasiada frecuencia, como ahora yo con el cable y las burbujas, caemos en la trampa.
A partir de entonces, veo a Melvin Sokolsky como el último cruzado, un romántico que se empecina en despejarnos la vista. Con astucia se dedica a distraernos, confiado en que volveremos a las imágenes de las burbujas y chicas por los aires a degustar el sueño de la inmaterialidad, el vuelo sobre los campos de Nueva Jersey, el salto sobre el Sena y los techos de París.
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después del cowboy

METAL magazine

Lo último que hemos oído sobre el cowboy americano quizás sea el Brokeback Mountain de Ang Lee. Señal inequívoca de que las culturas y sus estandartes mutan con el tiempo. Con las nuevas realidades de género y las rubias románticas reticentes hoy al rol de penélopes de la llanura; los indios ya reducidos y desnaturalizados, guardados en reservas como se guardan gitanos en los suburbios de Europa; el trabajo manual obsoleto, los rodeos convertidos en entretenimiento y el sueño americano deconstruído desde las mismas pantallas estadounidenses, el solitario del oeste ya no es el que ha sido.
Giorgio Presca, director de VF Jeanswear International, la compañía que agrupa Wrangler y Lee, aporta su visión al respecto. Dice que la independencia y la fuerza del cowboy hay que buscarlas ahora en los skaters y snowboarders, entre otros intrépidos –urbanos, seguramente– por descubrir.
Lo cierto es que si tan poco sobrevive del cowboy como realidad simbólica contemporánea, mucho menos se le puede pedir como imagen de marca. Algo obvio para los artífices de la nueva era de Wrangler, la marca que hizo del cowboy y los rodeos del oeste americano íconos propios. Así que el equipo encabezado por Presca, que debía terminar con las casi dos décadas de supervivencia silenciosa como proveedor de denim que ostentaba Wrangler, plantea una renovación a lo grande y para ello decreta el final del cowboy, al tiempo que indaga en nuevas (y muy acertadas, ya lo veremos más abajo) asociaciones.
Lo que aquí no podemos pasar por alto es la trascendencia cultural de esta aventura de marca. Porque una cosa es que las sociedades y sus gentes cambien y otra más impactante es cuando los íconos son derrocados. Así que este momento en que Wrangler proclama el desalojo del cowboy de su imaginería de marca y con ello da por concluida una etapa de la cultura occidental, se puede comparar con aquellos momentos en que se derriban estatuas, como la de Vladimir Lenin en Budapest o las de Saddam Hussein en Irak. Sin el estruendo que hacen al caer el mármol y el cemento con que se rinde culto a ideologías políticas o religiosas, pero con similar dimensión simbólica.
Pero además, el derribo del cowboy viene a ser un hecho original. Porque los derrocamientos escasamente ocurren con los símbolos culturales, que en general se desvanecen por sí mismos, caducos y olvidados, como estelas escuetas tras los imaginarios nuevos (y, ya se sabe, se retoman tiempo después, vaciados de sentido).
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18/6/08

fotografía y moda en un entorno inspirador


METAL magazine

Las casas que cuelgan de las colinas son de color melocotón y lo demás son jardines, muchos jardines. Me dice Melvin Sokolsky, el fotógrafo sobre cuya obra se expone aquí una retrospectiva, que esta Hyères de la Costa Azul francesa no dista mucho de su California. Tanto mar y playa, casas melocotón y jardín. Personalmente, lo que me atrapa de Hyères son sus alrededores protocapitalistas. Piscinas de plástico y macetas, pistas de coches de carrera para niños, parques de atracciones y caravanas amontonadas…
El Festival International de Mode et de Photographie de Hyères es menos onírico de lo que había imaginado. Lo descubro al final, al recordar el tono de Diane Pernet en sus crónicas filmadas sobre estos días de fashion y fotografía. Claro que ella tiene esa voz cascada, pero ahora encuentro que su acento monocorde y las oraciones sin verbo tienen que ver más con divagar que con un clima de ensueños. Reflejan la forma en que transitamos por la villa Noailles; atentos a los detalles, despiertos pero relajados, gustosamente. Estimulante, evocador e inasible de a ratos, Hyères y sus exposiciones, desfiles, buffets, cenas y fiestas resulta más cálido, gratamente previsible y real que los sueños.
Desde el principio hay que dejarse llevar. Trepar a la villa Noailles, la casa cubista que los antiguos mecenas del arte Marie-Laure y Charles de Noailles hicieron construir en los años veinte y donde se realiza gran parte de la actividad. Una vez allí, subir y bajar escaleras entre pasillos estrechos que conducen a muchos cuartos y quizás a alguna de las terrazas. En algún momento descubrir que en la suma de terrazas se ejercita la mirada cubista, sobre el césped del jardín y la gente que se estira en las tumbonas. De la misma manera variable y en movimiento en que se contempla arte y moda en el festival.
En las fotos de Melvin Sokolsky las mujeres son frutas exóticas. Desde los sesenta hasta la actualidad, las escenas son de un surrealismo calibrado y las mujeres tan fememinas como ya no solemos ver. Él es un maestro exento de ego al que todos homenajean durante el festival. La exposición de The Sartorialist tiene pocas fotos pero escogidas excelentemente. Pienso en el punctum barthesiano. “Los zapatos de tiras”, dice Barthes en mi cabeza mientras contemplo el gesto afectado de una mano con guante negro. Así punzan las imágenes de The Sartorialist; distraen de la ropa como complemento y retienen en la intensidad del retrato. En la piscina cubierta, Haider Ackermann tiene una instalación con unas prendas ligeras como el aire tibio y otras pesadas como árboles centenarios. Cuelgan de sogas entre el techo y el suelo, mientras suenan unas notas suaves, acompasadas. También exponen imágenes e instalaciones Felipe Olivera Baptista, Popel Coumou, Jessica Roberts, Ludivine Caillard y Éric Lebon, y se pueden ver cortos y vídeos de You Wear It Well.
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contenidos, publicidad y un libro de fotos

METAL magazine

Shubhankar Ray es un tipo menudo y agradable. Su trabajo de branding y comunicación para Caterpillar, Camper y ahora para G-Star incluye unas dosis muy altas de observación, sentido común y creatividad. Curioso y perspicaz, contempla el mundo contemporáneo con los ojos abiertos de un hombre que nació en Calcuta, se crió en la Inglaterra de Margaret Thatcher en el seno de una familia india y ha vivido incluso en el campo mallorquín con su mujer e hijos. “Cortando leña”, como cuenta.
En su campaña multipremiada y reconocida para Camper, y ahora también en G-Star, defiende que la publicidad ha de ser un portador de información y contenidos. De un modo diferente en cada caso. Con Camper salió a recorrer el Mediterráneo junto al fotógrafo Stefan Ruiz para captar detalles vivos de la cultura global. Retrataron personas de los lugares en sus entornos y Shubhankar Ray apuntó la lentitud como lema de la marca. Fue un trabajo paradigmático que se equiparó a las “estrategias Toscani”. También acude a la realidad en G-Star, en este caso al promover de forma exclusiva el producto de la marca. Y la inclusión de contenidos se materializa en eventos globales en donde hay estelas del arte en forma de entretenimiento: instalaciones, películas, internet. Una publicidad que está viva y puede interactuar con las personas en muchos niveles. Ése es el concepto del momento.
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9/4/08

transversalidades


METAL magazine

MM dixit: “Por ejemplo, imaginemos que estás en Givenchy y tienes que comisionar un shooting. Para ti es mucho más seguro que lo haga... digamos... Peter Lindbergh que un desconocido. Porque si Peter Lindbergh hace algo mediocre, tú pediste al mejor, entonces estás cubierto. Si pides a un desconocido y algo sale mal, eres tú el que se va. Entonces, en este mundo de economía y miedos, lo que sucede es que la gente prefiere trabajar con gente conocida, con valores seguros. Así todo circula dentro del mismo círculo”.
Michel Mallard es un pragmático, un tipo de acción, y escasamente se deja tentar por las posibilidades filosóficas de la relación entre moda y fotografía o qué cosa es arte y qué no lo es. He pensado en confrontarlo con la idea de Thomas Hirschhorn respecto del arte como rebeldía y la moda como lo contrario a la rebelión, que sólo quiere caer bien para que la compren, pero desisto muy pronto. Él está en otro lugar. Él busca el hueco, atiende a los intersticios, y examina los terrenos en pos de espacios fértiles para crear contenidos y derribar fronteras. En su charla, el sitio que no ocupa el divague intelectual lo tiene en cambio una infinidad de proyectos, ejemplos y nombres que funcionan como puerta de entrada a su universo creativo y a una mirada personal e intrépida.
Michel Mallard es también un visionario. Su intuición le ha granjeado tanta admiración en estos tiempos como, en alguna ocasión, suspicacia en las filas comerciales de las compañías. Es un visionario al que le interesa potenciar la creación visual de nuestros días y permeabilizar las barreras que delimitan géneros en la fotografía y el arte, las que separan lo “comercial” de lo “artístico” y lo “serio y reputado” de lo “frívolo y banal”. Actúa desde el sistema y sus paradojas y ataca los prejuicios y las limitaciones de las mentes conservadoras: “A ellos les interesa en qué formato está [una fotografía], si es un C-print, una impresión digital, un dry transfer, un vintage o cuánto vale. A mí me interesa la imagen y lo que ella vehicula; su estética y su contenido; qué cuenta, cómo es utilizada y, hoy, en la actualidad, cómo vive esa imagen”.
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el discreto lenguaje de los salones

APARTAMENTO magazine

Annette Merrild fotografió los salones de unos cuantos apartamentos de clase media en Hamburgo, Nueva York, Copenhague, Barcelona, Varsovia, Manchester, Tallin, Estambul y Lyon. También escribió algunos textos a modo de diario de viaje. El resultado es The Room Project, una obra que se sirve de nuestra curiosidad por las casas ajenas y de esa necesidad primaria de identificar a las gentes en general, para extraer conclusiones sobre cómo se vive en los pisos de clase media de Europa.
¿Tu chico austriaco cocina las patatas en agua hirviendo antes de meterlas al horno cuando, en tu universo cultural (latinoamericano, para más referencia), resulta inadmisible tamaña “cutrez”? Lo cierto es que, si quieres a tu chico y quieres retenerlo, deberás entender –y también tendrá que hacerlo él-, que una parte importante de las prácticas cotidianas y sus “verdades”, en las que en buena medida también se asienta tu ser, son total y absolutamente discutibles. O sea, que son relativas, relativas al lugar de dónde procedes, entre otras cosas. A donde queremos llegar es a que Annette Merrild, en su experiencia como danesa viviendo en Alemania, se encontró con unas cuantas de estas cuestiones del hacer cotidiano que en su dimensión más filosófica obligan a replantearse el concepto de “verdad” mientras que, en una vuelta de tuerca menos, simplemente demuestran que mucho de lo que sabemos, pensamos y practicamos, al igual que el modo en que lo hacemos, está determinado en gran medida por nuestro país o países de origen, por una especie de saber nacional y cultural.
La luz, un elemento esencial en los países escandinavos –por su escasez durante largas épocas del año, qué duda cabe–, fue uno de los disparadores para Merrild. Durante la década en que vivió en Hamburgo, Annette advirtió que los alemanes no pueden prescindir de las cortinas en sus hogares, mientras a ella le tocaba escuchar con demasiada frecuencia los comentarios de los vecinos sobre la ausencia de cortinas en su apartamento, que había amueblado según la costumbre danesa de no entorpecer la entrada de luz al interior. Los detalles de este tipo se fueron sumando, y así Merrild se afianzó en la noción de que muchos de nuestros hábitos de decoración e interiorismo están determinados por unos saberes culturales, a lo cual se agrega la influencia de lo individual en el hogar, como otro de los modos en que se expresa nuestra personalidad, intereses y hábitos, al igual que unas cuantas cuestiones relativas al estilo y el estatus.
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8/2/08

liberados del canon


METAL magazine
Hay indicios de que el funcionalismo ya no es lo que ha sido e incluso de que tal vez no haya sido lo que creemos que fue. O al menos, eso se empieza a oír.
Charlotte & Pieter Fiell, consultores ingleses de diseño y frecuentadores de Taschen, con quien llevan publicados ya ocho catálogos, acaban de sacar con la editorial de la globalización el compendio Design Now! Allí diagnostican un momento del diseño signado por la pluralidad de tendencias y alternativas. A los diseñadores ecologistas, según ellos, se suman en estos tiempos los nuevos artesanos, los nuevos funcionalistas y el que clasifican como “diseño humanista”. Una última categoría de diseñadores que no escapa a su ojo avizor es, en realidad, el segmento más obvio desde un punto de vista mediático —aunque ha de que vérselas con los sostenibles, que tan buena prensa vienen teniendo—. Éstos son los diseñadores artistas, que se dedican a la exploración de los límites estéticos más que a la solución de necesidades. Diseñan muebles y objetos en series limitadas que llegan antes a las galerías de arte que, si acaso, a los salones o los dormitorios. Zaha Hadid, Ron Arad e incluso Jayme Hayón son algunos de ellos.
En tanto, la lógica revisionista de Jean-Louis Gaillemin y su Design contre design, exposición que ha tenido lugar en París hasta el 7 de enero, da una vuelta de tuerca al asunto del diseño-arte, estira la cuerda hasta tensarla y consigue sacarle un chirrido agudo capaz de lograr toda la atención y hasta desquiciarnos un poco. Aquí también están Hadid y Arad, y hasta Hayón aparece en el catálogo, donde se agregan piezas para ayudar a dar forma a la idea. Pero además están las sillas “The Kiss” de Sarah Lucas, el espejo “Cristo y el cordero” de Jeff Koons, la silla “Le Corbusier” de Jorge Pardo y Giacometti con su lámpara “Tutankamón”, Dalí con “Los labios de Mae West” y Man Ray y Duchamp con “El testigo”. No se trata del aporte del arte puro al diseño de muebles, pero todas estas obras procedentes del terreno del arte han sido integradas, entre muchas más, en la nueva historia del diseño que propone Gaillemin.
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23/10/07

cultivar la anomalía


METAL magazine
Mercedes Helnwein nació y creció rodeada de la excentricidad y las prerrogativas del arte, pero también de sus capacidades poéticas, transformadoras, subversivas (sobre todo) y hasta redentoras. Nuestra entrevistada resulta ser un espíritu singular: libre de especulaciones, se afirma en unos valores algo demodé que ya estábamos echando de menos.
Esta joven artista vienesa, dibujante compulsiva y escritora de aventuras, portadora de un talento escurridizo y que vende su arte a grandes postores y publica los libros que escribe, es una amante apasionada del blues y del río Mississippi que proclama que todo europeo debería visitar Estados Unidos al menos una vez en su vida. Sobre todas las cosas que se pueden contar de su obra y de su vida sorprende lo que comentan quienes la frecuentan: que no hay narcisismo en su manera de estar, que le falta esa urgencia tan corriente en el mundo del arte de constituir una imagen propia como artista. Su amigo Jason Lee (protagonista ahora de la teleserie Me llamo Earl), es uno de los que sugieren la singularidad de Mercedes: “Para mí, Mercedes encarna la verdadera búsqueda del arte, y me quito el sombrero ante ella porque mantiene aquello que tantos tíos tan creativos nunca tuvieron o dejaron ir porque de algún modo se perdieron en el camino. Hablo de la sinceridad y la pureza”.
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imágenes privilegiadas de rostros célebres

METAL magazine

Un libro exquisito se edita con motivo de la exposición Face of Fashion. Mientras celebra la fotografía de moda más vanguardista y sus cruces con la imagen contemporánea, este manual hechicero trae a las celebrities pulidas y en bruto como diamantes de nuestra era.
Samples del siglo xxi. Mientras Cindy Sherman ejerce de editora de moda invitada en el Vogue británico (año 2003) y Martin Parr inicia (y ya ha clausurado) su propia publicación de moda con fines experimentales, los nombres de Ines van Lamsweerde y su coequiper Vinoodh Matadin o el de Izima Kaoru se proyectan desde el mundo de la fotografía de moda hacia el del arte. Juergen Teller no deja de cruzar las fronteras entre uno y otro, ahora insistentemente apuntando la cámara sobre su propio cuerpo desnudo, mientras el hippismo bucólico y utópico de Justine Kurland (que también ha colaborado en Vogue y Elle) cala en el imaginario de los magazines más vanguardistas. El tiempo dirá si de esta última nace una colaboración tan fructífera como la que inspiró Nan Goldin en los noventa con sus instantáneas cargadas de intimidad y tabúes, que en las imágenes del fashion devino en el despojo del glamour y las superproducciones en post de una naturalidad y aquel grunge que Bill Clinton apodó “heroin chic”.
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Jonathan Caouette y la nación Tar


METAL magazine
Durante las dos horas de charla con Jonathan Caouette descubrimos entre otras cosas la capacidad sampleadora de Skype. Un loop alucinante se obstina entre Barcelona y Nueva York; una palabra se tilda en el espacio sideral durante varios segundos, convertida en ritmo puro, escueto y minimal. Un eco a base de “there”. Y es curioso que sea ésa la palabra-ritmo: there, que es allí pero también aquí, según desde dónde se diga. “There, there, there, there, there…” Hasta que cortamos, nos volvemos a llamar y reemprendemos la conversación. Lo prometido es deuda, así que aquí está la anécdota musical. Caouette, por su parte, además de sacudirse de risa con el loop imprevisto, ofrece tenerlo en cuenta para su próxima película. Lo cual no sería de extrañar. En definitiva, no hay duda de que aquél al otro lado del ordenador es un devoto de los materiales innobles. Entre otras cosas.
El primer largometraje de Jonathan Caouette (Houston, Texas, 1973) es una pieza autobiográfica compuesta a modo de collage a partir de 160 horas de grabaciones de súper 8, VHS y digital que cubren 19 años de la vida de su autor, mensajes en contestadores telefónicos y fotografías desde su infancia. Editada en iMovie y con 218 dólares de presupuesto, el resultado son 88 minutos de Tarnation, su título, una obra documental absolutamente subversiva, por la historia trágica y humana que relata como por el experimento formal que constituye, en donde la velocidad y la fragmentación del relato, al igual que los efectos en pantalla, aluden de forma inequívoca a la actividad mental y sensorial de unos personajes psicológicamente turbados. Con Drugstore Cowboy y Mi Idaho privado, al igual que con The Last of England, comparte el uso del súper 8 como evocador del pasado. Mientras que en su calidad de biografía sin pelos en la lengua de unas vidas familiares tumultuosas se acerca a Capturing the Friedmans, Gummo y la más reciente The Devil and Daniel Johnston. Tarnation es una historia de vida, amor filial e identidad homosexual; muestra cómo se constituye y afirma una identidad personal en un entorno desencajado y relata un amor entre madre e hijo que trasciende los infortunios y las contrariedades. Es egocéntrica porque el rostro de Caouette tiene un predominio exuberante y es exhibicionista porque hasta las escenas más íntimas de confesiones y rencillas familiares se ofrecen a la mirada; pero por encima de todo, muy por encima de todo, es una pieza valiente.
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22/1/06

lectura por ósmosis

revista G7

Las librerías Asunto Impreso y la editorial lamarcaeditora tienen y hacen libros de los de siempre, esos que hay que leer, las más de las veces, página por página, palabra por palabra, y no decimos letra por letra porque, dicen, nuestro cerebro es capaz de reconocer una palabra con que sólo la primera y la última letra estén en el lugar que les corresponde. Bue. Lo que importa es que en Asunto Impreso y en lamarcaeditora también hay otros libros, libros “para tener”, libros para mirar e incluso libros para remontar.

Porque la idea es tentar (porque puede interesarles especialmente) a esa profusa estirpe de ágiles hojeadores de revistas, hostiles a cualquier texto que supere la extensión de un pie de foto o un destacado, mejor introducir de inmediato estas confesiones-convicciones de Guido Indij, el entrevistado: “Yo compro muchos libros que no leo, y lo que aprendí hace tiempo es a que no me dé culpa. Los libros no son para leer, son para tener. Son para que estén cerca tuyo, quizás por ósmosis algo te transmitan”.
Cuestión n.º 2: ¿Qué es un libro? Indij propone: “¿Qué pasa si en lugar de tener páginas tiene una sola página? ¿Qué pasa si en lugar de medir los 20 centímetros de alto tradicionales, mide un metro, o tres metros? El otro día compré un libro encuadernado, impresión color, que mide dos milímetros y medio de alto. Viene en una cajita de joyas, lo abrís, trae una lupa y adentro es un libro”.
Cuestión n.º 3. “Publicar libros es un virus. Los libros tienen un virus; si vos leés muchos libros, si tenés muchos libros, en algún momento se te mete el virus y ya no sos vos el que lo elige. El desafío ahora es mantenernos. El otro día pensaba que me gustaría que el desafío fuera ser los mejores editores de arte. Hoy somos los únicos [en Argentina]. Ojalá surjan otros y podamos plantearnos ser los mejores.”
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editar es como cocinar

revista G7

M-Publication es una revista alemana que podría ser un libro. Tiene una altísima calidad de impresión y un claro planteamiento conceptual. Siguiendo el símil culinario que propone su directora, el collage de materiales podría compararse con una receta de cocina que combina sabores ácidos con dulces y picantes y que excita más de un sentido.

M-Publication nació en Alemania en septiembre de 2002. Desde entonces llevan publicados cuatro números, cada uno dedicado a un tema diferente. Primero fue el poder, después el lujo, después la sorpresa y el último número estuvo dedicado a Alemania. M es un collage de imágenes y textos impresos en altísima calidad. Casi un libro, quizás un catálogo. En un mismo número llegaron a usar 17 calidades diferentes de papel y en su haber proliferan las tintas especiales y unos sistemas de impresión que incluyen varios modos de stamping, golpe en seco y bajorrelieve (en alguna edición incluyeron fotos del making-of, que consisten en un recorrido por la imprenta, entre máquinas, técnicos con guantes y guardapolvos manchados, pruebas de color y tarros de pintura; el site está lleno de estos paseos). De ahí que M prometa placer extremo a diseñadores gráficos, editores y todo aquél que profese debilidad no sólo por las artes visuales sino también por las fragancias y texturas de las buenas tintas y papeles.
M-publication es dispersa y pop, conecta con cierta fantasía, pero también suele ponerse seria. Si Kimberly Lloyd, su directora, estuviera delante mío al pronunciar esta declaración de intenciones (que encuentro publicada), supongo que se soltaría el pelo, entornaría los ojos y elegiría un punto a la distancia en donde clavar la mirada: “M es una metáfora, una misión, un movimiento, un divertimento, y destila inspiración pura. Trata sobre soñar lo no soñado, descubrir lo desconocido, sobre viajar a lugares nunca vistos y contar historias que todavía no fueron contadas, entre miles de recuerdos”. En el sentido de divertimento multiforme M conecta con algunas otras publicaciones independientes contemporáneas, como son la francesa Yummy, la suiza Soda, la finlandesa Bulgaria…
La mitad de la tirada se regala. La otra mitad sale 26 euros. Una tirada especial que lleva el nombre de Collector’s Edition sale 69 euros. Y el último número tuvo también la versión Colette, que se vendió por 169 unidades de la moneda comunitaria europea.
Hasta acá la revista.
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25/5/05

un chico no tan malo

revista G7

Mientras transitaba los tugurios variopintos de la escena cool de Barcelona, Juanjo Sáez se mandó de cronista provocador e ingenuo de la modernidad. Los mecanismos que deconstruye viñeta a viñeta nos resultan harto conocidos.

De este lado del micrófono se entiende rápidamente que hay entrevistados y entrevistados. De la misma manera, imagino, que del otro lado ven entrevistadores y entrevistadores; encarnación de alguno de estos estereotipos será un Tognetti, por ejemplo. Entre los entrevistados están básicamente los difíciles, que se caracterizan por dejar picando la pelota, que se sienten entrevistados en cada miserable segundo y con pausas muy concertadas te urgen a que ejercites tu papel para que ellos puedan ejercitar su rol prominente. De quienes, vale decirlo, no necesariamente salen malas entrevistas.
Después están los… ¿cómo llamarlos? Decirles “fáciles” puede suponer que los reducimos a la categoría de objetos…, y lo cierto es que resultan tan entrañables que no me animo a semejante ofensa. Pues bien. A este grupo pertenece Juanjo Sáez. Llego con una G7 y la revista es el pie perfecto para hablar de Argentina y su devenir. “Concentración”, me digo unos minutos después, y le digo a él que no estoy para hablar sobre mí. Pero esto recién empieza y la realidad es que caeré más de una vez en el agujero negro de mis propios fútiles asuntos. Algo alarmada comprendo al final de la charla tan amena que si un entrevistado entrañable se encuentra con un entrevistador poco exigente, la entrevista puede sucumbir irremediablemente.
Ya ven: Juanjo tiene esa halagadora habilidad de virar el centro de atención. Lo cual habla muy bien sobre él mismo. Tiene un Oro de Cannes por una campaña para Nike, formó parte de la exposición “Signos del siglo xx” entre los más destacados diseñadores gráficos de la España actual y su libro publicado hace unos meses va por la segunda edición. Pero parece no creérsela. Podría decirse que tiene demasiado claros esos caprichosos vericuetos del éxito que de refilón desentraña en su propio libro, Viviendo del cuento, un trabajo autobiográfico que surgió de las tiras que durante unos seis años publicó en la revista de tendencias .H (léase “punto hache”); desde ahí, con sus dibujitos de nenes, se metió, como él mismo dice, con “todos los temas que he visto y conocido de esta pequeña comunidad moderna que tanto le gusta mirarse el ombligo y que le encanta que hablen de ellos aunque sea para reírse”.
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24/5/05

el arduo asunto de permanecer adentro




revista G7

Las revistas de tendencia son la herramienta mediática indispensable para construir y consolidar el entramado cultural de lo "in", lo "hip", lo "cool", lo "fashion", que en español llano y rápido viene a ser lo "moderno". ¿Enfermos por la novedad?

En su última novela, Jardines de Kensington, Rodrigo Fresán pone a su personaje Sebastian “Darjeeling” Compton-Lowe, líder de bandas contemporáneas y archienemigas de los Beatles (personaje inspirado en el líder de The Kinks), a profetizar sobre el paso del pop por la historia. Dice Compton-Lowe: “Inventamos algo, pero lo que inventamos, también, es algo terrible: la muerte precoz de lo original, la velocidad de la moda, la concepción efímera de las tendencias, la cultura del relámpago, la aceleración pop”. Y así, este “torpe Nostradamus de la música pop” descubre un futuro, nuestro presente, “asolado por clanes cada vez más efímeros”.
¿Hablará sólo sobre música? Es que las “modas de humo” –otra expresión de Fresán– alcanzan todos los escenarios por estos días, y los livings, y hasta los pasillos, y al final no queda un solo resquicio de nuestras vidas que no acuse recibo de lo fashionable o lo tendenciable. Del turismo al sexo, todo viene dado en términos de moda. Unas modas que nunca superan los cinco minutos de tiranía.
Por si fuera poco, una explicación verosímil es la del francés Gilles Lipovetsky (en El imperio de lo efímero, recientemente reeditado por Anagrama), que dice sin más que en nuestro mundo la novedad funciona como motor de experiencia emocional, o sea: que casi a diario necesitamos algo nuevo para provocarnos una vida en éxtasis continuo y movilizar nuestra voluntad vividora.
(Y todo a quienes creíamos que ésta era la afamada crisis de insatisfacción de los treinta.)
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23/5/05

Ferran Adria, el mejor chef




revista G7

De la degustación de sus platos se dice que es una expedición extrema en sensaciones y en momentos imprevisibles y sublimes. Lo dijo Le Monde, en enero de este año, seis meses después de que el New York Times lo rubricara “mejor cocinero del mundo”. Este chef es el adalid de la más vanguardista revolución en la cocina, que es española, y que viene a desbancar a la nouvelle cuisine francesa.

Confesión
Nunca probé los platos de El Bulli, el restaurante de Adrià. Lo siento, supongo que esto es lo que se dice un comienzo con el pie izquierdo. Igual sepan que tengo un arsenal de declaraciones y rumores: calificadísimos, apenas calificados, de insignes que se sentaron alguna vez a su mesa y de otros más insignes que repiten lo que dijo no sé quién. A esta altura, ya estoy absolutamente convencida de que 150 euros por “la experiencia”, “la aventura”, “le voyage” de cuatro horas de degustación de unos 35 platos mínimos pero ultraterrenales no es mucha plata, pero de momento no la tengo. Además, las reservas ya están cubiertas para todo el año y el calendario del 2005 abrirá en enero próximo (¿será cierto que en una semana se cubren los 8.000 lugares de la temporada y que cada vez se reciben entre 300 y 400 mil pedidos de reserva?).
Y también lo tengo a Adrià, el genio accesible, un tipo extrovertido, sencillo y locuaz, aunque de respuestas breves y movimientos rápidos, en una charla que es como aquellas pruebas de ajedrez en las que el astro juega contra 10 a la vez. Pues bien: yo soy uno de sus contrincantes, los demás son el teléfono (“éste es el número secreto”, me confiesa), el celular (“el ultrasecreto”, me explica, asombrado él también de que suene), sus asistentes, el diseñador industrial, y ya no sé cuántas personas más que aparecen y desaparecen a nuestro alrededor.
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22/5/05

cambalache mordaz



revista G7

Una publicidad que nada puede vendernos, un adiestrador que tan sólo apabulla, un discurso del gobernante que espanta y horroriza, un video promocional que nos enemista con la propuesta: segundas (y terceras) lecturas de tanto material efímero. He aquí, señores: los Archivos Babilonia y la arqueología mediática.


Aunque proyectable en diferentes medidas a distintos (demasiados) rincones del planeta, el universo que perfilan los Archivos Babilonia se circunscribe puntualmente a la locomotora económica, científica, tecnológica y cultural de estos tiempos: Estados Unidos. Son videos promocionales del gobierno estadounidense y de distintas corporaciones, extraídos de Internet y reunidos en este dvd temáticamente en los ítems “Air Corp”, “Digital Euphoria”, “Go Army” y “Post September 11”. El boceto es sagaz, pero es tarea del observador dejarse impregnar por tanto material bastardo. No hay edición propiamente dicha, sino compilación. Aunque claro que no conviene pecar de ingenuos: esta acumulación de videos remite no tanto al montaje ruso, pero sí a los primeros videastas, allá por los setenta, cuando pronosticaban el estallido de las retinas tras la sucesión de imágenes presuntamente anodinas.
De los Archivos Babilonia emerge un mundo de estrategia y tecnología, en donde el comfort se parece demasiado a la guerra: todo es cuestión de tener la tecnología o el entrenamiento adecuados. Para todo hay que estar preparado en este despiadado universo. Hombres: consumidores potenciales y ciudadanos potencialmente involucrables. Los disparos provienen de todos los frentes: músicas celestiales nos quieren no sólo enrolados en el ejército sino soldados ideales y montados en boeings gigantes, surcando cielos hacia destinos exóticos o disparando misiles; frases memorables de autoafirmación nos taladran la cabeza (“No sólo la tierra de la libertad sino hogar de hombres valientes”, ¿cuántas veces se escucha?); los simuladores de guerra (¡Thanks God!) nos introducen virtualmente en una guerra virtual que, en virtud de las circunstancias, podría acontecer en cualquier segundo; mientras la comunión (“común unión”, adoctrinaron en clase de teología), acontece entre los trabajadores de Microsoft, tras los movimientos histriónicos y el grito adoctrinador de Steve Ballmer: “De-ve-lo-pers..., de-ve-lo-pers..., developers, developers, deevelooopeeers...”.
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Matthew Herbert (o el eterno recrearse de la electrónica)

revista G7

Mezcla el jazz con la electrónica y los sonidos de una bolsa de papas fritas con los que hace un libro de Noam Chompsky. Antiglobalización y anti-sampler-devora-sentidos, exalta la belleza del error. Se mete de cabeza en la electrónica pero siempre flirtea con los márgenes.

De la cultura rock heredamos la costumbre de pensar en solistas o bandas idolatrables, en ilustres habitantes de olimpos sonoros que nos inducen al culto a la figurita y al mechón de pelo arrancado. Sin embargo, hace ya demasiado que estamos disfrutando de unas músicas cuyos modos de producción hacen que el protagonismo (el de verdad) se diluya en una maroma de intervenciones creativas. Esa perversión creadora que ya alcanza los cincuenta años no ha dado tregua hasta estas horas infames en las que todo vale. La electrónica no sólo mezcló todas las músicas (y sonidos) y dio la bienvenida a lo bastardo declarando que todo (lo que no devino en protegido por copyright, se entiende) es materia “sampleable”, o sea, “apropiable”. También supuso la muerte de hecho del autor como tal (o su abandono en una especie de limbo digital), ya que las creaciones son mucho más colectivas que individuales, y el fin de la estrella, porque nunca se sabe quién introdujo tal innovación o porque a los artistas se les ocurre metamorfosearse en varios álter egos. De modo que sin autores y sin estrellas, quedó el casi desvarío: intentar distinguir house, dub, drum’n’bass, acid house, jungle, hip hop, trip hop, garage, ambient, pop electrónico, música concreta, acid jazz, trance, IDM, gabb, funk, post rock, 2step, disco, downtempo…
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mi Avedon privado



revista G7

A partir de la obra de Richard Avedon sobre los habitantes del oeste norteamericano he recuperado (tal vez inevitablemente) una foto de un poblador del oeste pampeano que guardaba desde la infancia en mi memoria.


La obra de Avedon y la imagen en mi memoria están separadas por los claros abismos que pueden separar a una gran obra (la avedoniana) de una pequeña estampa solamente válida en la memoria personal, en el propio e íntimo camino perceptivo. Sin embargo, juntas se convierten en una combinación explosiva. La confluencia entre ambas empieza en la similar experiencia de leer un rostro como si fuera un mapa, con sinuosidades y cicatrices que resultan huella, y se potencia hasta la desolación en el idéntico y trágico destino de los habitantes de unos oestes inhóspitos, con sus sueños truncados y una existencia que parece pertenecer ya al pasado. La combinación entre la potente aunque difusa imagen de mi memoria y el vendaval silencioso y al mismo tiempo elocuente de rostros y cuerpos avedonianos devuelve un panorama de “oestes” como “sures”, en donde las formas humanas están extinguidas y dan paso a la nada, al desierto otra vez, otra vez a las inclemencias geográficas, políticas y económicas que estos tantos madrugadores cotidianos –sus habitantes– no han logrado dominar.

Comienzo de un cuento
Cuando era niña, mi padre se y me detuvo frente a un retrato de un habitante del desértico oeste de La Pampa y me ayudó a ver en ese rostro la piel calcinada por el sol, percudida por los indomables vientos de la llanura, surcada por unas arrugas imposibles como los pliegues de un papel crepe. Los ojos, me dijo, se habían ocultado detrás de esos dobleces de la piel tras tanto fruncir el ceño, la nariz y los párpados para precisar la visión en la tierra del horizonte inalcanzable; las arrugas se habían multiplicado para proteger a esos ojos de los bravos vientos de la llanura –los mismos vientos que, según mi abuelo materno, a principio de siglo convertían cualquier viaje a esos confines en una arriesgada aventura.
Aquellas –concluyó mi padre o concluí yo o, pedagógico mi padre, eso fue lo que me hizo creer–, eran las huellas de la humedad extraviada, robada, políticamente negada el mismo día en que se abortó el río Atuel pampeano para en cambio regar y germinar los más rentables suelos y sueños de la limítrofe provincia de Mendoza. Aquellas eran en definitiva las huellas impresas por una geografía que no había encontrado atenuantes a su crueldad de vientos y soles como látigos, por una vida tan áspera como la arena que allí se mastica y respira.
Claro que aunque quisiera no podría descifrar los logros formales de una imagen que persiste desenfocada en mi memoria y con los caprichos que el recuerdo ha querido. No podría distinguir, por ejemplo, si esa imagen grita un desamparo más que físico. A pesar de toda incertidumbre, parece obligatorio concluir que fuimos mi padre y yo misma quienes proyectamos en la imagen del campesino arrugado el desamparo que ya conocíamos, la injusticia sobre el Atuel arrancado, la premonitoria extinción de unos hombres que, por ser aborígenes, eran para mi padre revisionista el mismo origen de lo pampeano. En definitiva: si no revela nada que mi padre y yo no supiéramos de antemano, si tampoco es posible evaluarla en sus logros formales, aquella fotografía tiene sentido solamente par mí; pero su rol de iniciadora en la lectura de una imagen como si fuera un mapa y a la vez estampa potente de la historia de mi oeste pampeano es, para mí, inmensísimo.
A partir de entonces, el abismo con el trabajo de Avedon, en donde la minuciosa construcción formal favorece la elocuencia de los rostros y cuerpos de los habitantes del oeste norteamericano y erige a la obra en des-cubridora, re-veladora de una realidad que permanecía del todo oculta.

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Juana Molina, la música




revista G7

Su música es de una belleza, sensibilidad y sonoridad inéditas. Su gira con David Byrne por Estados Unidos y el tour solista por Europa también en 2004 la consagraron en ambientes melómanos de un lado y otro del Atlántico. The New York Times incluye su último álbum entre los mejores del año pasado. Es Juana Molina, artista, cuya materia fue un día la tragedia/comedia humanas y hoy son los sonidos.

Los medios de comunicación nos tienen mal acostumbrados. Estamos adiestrados para reconocer “artistas” según la disciplina que practican. Pero lo cierto es que el mundo de la creación se ha vuelto muy escurridizo por estos días, y si pudiéramos hablar con unos cuantos artistas descubriríamos que la expresión creativa resulta una especie de magma que rebalsa todos los cubículos, las cuadrículas y las categorías y que se cuela por donde le place o, como dijo alguien alguna vez, por donde más bronca le da. Los creadores suelen ejercitar varias disciplinas a la vez o en sucesivo; y cuanto menos consagrados son, más libertad de movimiento parecen tener.
En ese contexto aparece Juana Molina, la que una vez fue las no sé cuantas hermanas de Juana y Juana también en la pantalla chica, que se pone a cantar y nos trastoca nuestros calibrados órdenes (y en su empeño abandona el afable estado de la consagración). La ligó ella, porque se las vio difíciles al plantarse guitarra en mano frente a un público que venía a reír con unos personajes sacados de nuestra cotidianeidad citadina. Pero también perdimos nosotros, porque derrochamos unos tres o cuatro añitos sin sus sonidos.
En fin. Público ingrato como tantos: ahora que la artista/música emerge bendecida en los más atractivos confines de la escena internacional, ¿la adoraremos sin más y la elevaremos por esa sola razón al podio de la idolatría? Prefiero pensar que su música auténtica, recibirá una escucha igualmente auténtica, y que a su singular sensibilidad corresponderán del otro lado unas singulares sensibilidades pulsadas, lo cual no es más que el deseo de la propia Juana Molina. Y entonces concluir que lo suyo en Argentina es sólo cuestión de tiempo. El tiempo que lleva poner uno de sus discos en el equipo o el que necesitás para llegar a la sala del recital y esperar a que empiece a tocar.
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aquel raro porteño cosmopolita




revista G7

"Las calles de Buenos Aires/ ya son mi entraña./ No las ávidas calles,/ incómodas de turba y ajetreo,/ sino las calles desganadas del barrio, casi invisibles de habituales".
Jorge Luis Borges

Llevo bastante recorriendo cuando reconozco un silbido que siempre ha estado ahí: un silbido humano auténtico de cuatro por cuatro pasado por un tamiz electrónico; pocos compases, absolutamente minimalista; en su rítmico juego de reiteración opera como encubierta e íntima voz en off (¡juego satánico!) y en principio resulta tango, calle porteña y un tiempo pasado que es a la vez eterno. De esa discreta manera el silbido tanguero me ha conducido a través de paredes tan negras y caminos de exhibidores luminosos que contienen primeras ediciones y manuscritos, a veces de Borges, pero también de Macedonio Fernández, de Oliverio Girondo, de Roberto Arlt, de Leopoldo Marechal, y fotografías de ellos y de Buenos Aires tomadas por Horacio Coppola, Grete Stern o Humberto Rivas, entre otros.
Tuvo que pasar este tiempo y tuve que detenerme en el discreto silbido para tomar conciencia de esta sensación de transitar territorio arrabalero, de deambular proyectada por una Buenos Aires del 30, del 40, del 50. (Así ocurren las magias y las seducciones: consintiendo a la manipulación pero sin que nos demos cuenta en qué preciso momento y de qué manera operan.) Y habrá de pasar un poco más para descubrirme en pleno universo borgeano: habré de atravesar el panajedrez de Xul Solar, escuchar grabaciones y voces de radio de otros tiempos, escudriñar por la biblioteca personal de Borges y sumergirme en su “Biblioteca Infinita” (una instalación de espejos a la que dudo en entrar, allí no hay piso ni techo ni paredes), descubrir a “el otro” en las mil y una grabaciones de televisión y radio, atreverme a vislumbrar una “cosmópolis” borgeana en exhibidores luminosos colgantes y en algunos videos.
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21/5/05

tarde de Sonar


sólo acá!

Musik ist scheize. Alemanes. Son dos, con dos laptops. Muchos stickers, músicos viajeros pero todo lo que exhiben parece pesado. El sonido es nimio; beats delicados para horas de siesta. Están ubicados estratégicamente en un recodo del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, el Macba, un rincón que gusta a algunos homeless en el frío invierno y también en el verano asfixiante. Traen música para amenizar la cola caracol bajo el sol de las 3, la cola de los con entradas (que se agotaron ayer). Ordenadamente se mueve el caracol hacia el final de bolsos requisados y pulseras mágicas puestas en la muñeca (nos toca roja, pero hay amarillas y verdes, y el broche que las cierra es insobornable. El año pasado el tráfico de pulseras se ejercitaba por entre las rendijas de los paneles que delimitan el espacio SonarDôme, sobre la plaza Dels Àngels. Esta vez, más radicales que entonces, los sin entradas escalan paneles y de un salto irrumpen en Tierra Santa.)
Intentamos un recorrido de reconocimiento. El Macba y el CCCB (el Centro de Cultura Contemporánea) hoy son todo uno, conectados por el patio en el centro de la manzana. Hay pasos siempre prohibidos que ahora son posibles y pasos públicos que hoy están cerrados. Es extraño circular como al revés, atravesar esa puerta que de tan siempre cerrada ya no registramos que existe; encontrar ese escenario rodeado de paneles que trazan fronteras sobre un territorio cotidiano de skaters, o tener acceso gratis a exposiciones que hoy no nos interesa ver. El mapa impreso del lugar está difícil. Hay áreas profesionales, de merchandising, SonarLab, feria de discos y editoriales, cine, cuatro escenarios... Preferimos perdernos.