22/5/05

Juana Molina, la música




revista G7

Su música es de una belleza, sensibilidad y sonoridad inéditas. Su gira con David Byrne por Estados Unidos y el tour solista por Europa también en 2004 la consagraron en ambientes melómanos de un lado y otro del Atlántico. The New York Times incluye su último álbum entre los mejores del año pasado. Es Juana Molina, artista, cuya materia fue un día la tragedia/comedia humanas y hoy son los sonidos.

Los medios de comunicación nos tienen mal acostumbrados. Estamos adiestrados para reconocer “artistas” según la disciplina que practican. Pero lo cierto es que el mundo de la creación se ha vuelto muy escurridizo por estos días, y si pudiéramos hablar con unos cuantos artistas descubriríamos que la expresión creativa resulta una especie de magma que rebalsa todos los cubículos, las cuadrículas y las categorías y que se cuela por donde le place o, como dijo alguien alguna vez, por donde más bronca le da. Los creadores suelen ejercitar varias disciplinas a la vez o en sucesivo; y cuanto menos consagrados son, más libertad de movimiento parecen tener.
En ese contexto aparece Juana Molina, la que una vez fue las no sé cuantas hermanas de Juana y Juana también en la pantalla chica, que se pone a cantar y nos trastoca nuestros calibrados órdenes (y en su empeño abandona el afable estado de la consagración). La ligó ella, porque se las vio difíciles al plantarse guitarra en mano frente a un público que venía a reír con unos personajes sacados de nuestra cotidianeidad citadina. Pero también perdimos nosotros, porque derrochamos unos tres o cuatro añitos sin sus sonidos.
En fin. Público ingrato como tantos: ahora que la artista/música emerge bendecida en los más atractivos confines de la escena internacional, ¿la adoraremos sin más y la elevaremos por esa sola razón al podio de la idolatría? Prefiero pensar que su música auténtica, recibirá una escucha igualmente auténtica, y que a su singular sensibilidad corresponderán del otro lado unas singulares sensibilidades pulsadas, lo cual no es más que el deseo de la propia Juana Molina. Y entonces concluir que lo suyo en Argentina es sólo cuestión de tiempo. El tiempo que lleva poner uno de sus discos en el equipo o el que necesitás para llegar a la sala del recital y esperar a que empiece a tocar.
(sigue en COMMENTS)

1 Comments:

Blogger Paula Yacomuzzi said...

Siempre está esta frase dando vueltas alrededor tuyo que dice que nadie es profeta en su tierra. ¿Cómo lo vivís a esto?
El año pasado llené la sala B del San Martín, tiene 800 butacas y entraron 1.200 personas, quedaron 200 afuera al comienzo y armaron tal quilombo que, como es Argentina, los dejaron entrar. O sea, una sala inmensa tapizada de gente. Fue uno de los mejores shows de mi vida, fue im-pre-sio-nan-te. Se armó un clima…

Entonces estás conforme con lo que pasa con vos en Argentina.
Me parece que es lógico. Yo era una actriz cómica y la gente espera de mí que la haga reír. Entonces me costó unos años, desde que empecé a tocar en serio, en el 2000, que fue un año muy duro porque la gente me pedía que hiciera otra cosa, o que yo empezaba tocando para 300 personas y después quedaban 20. Pero a partir de esas 20 personas se fue armando una nueva audiencia, un nuevo público. Entonces ahora no existe que vengan a ver otra cosa, aunque sean 3; vienen a escuchar mi música. Entonces no creo que importe tanto la cantidad como la calidad. Cuando saqué mi disco Segundo, en el 2000, me preguntaron qué expectativas tenía, y yo dije “Que de a poco se vaya abriendo camino”. Realmente sentí que era algo importante que fuese genuino el hecho de que le guste a la gente, y que para hacer algo masivo necesitás todos los medios para que llegue a todo el mundo y se le meta a la gente en la cabeza. Eso yo sabía que no iba a pasar. Entonces si lo otro pasa muy de a poco, quiere decir que es verdadero, que importa que uno no deje de crecer, aunque sea lentamente; eso quiere decir que la cosa avanza. Y siento que Segundo fue una especie de hijo que tuve, y fue él el que lo hizo solo, yo no hice nada para que eso pasara.

Hoy por acá, mañana por allá
Nos encontramos en Barcelona, en el comedor moderno de un hotel moderno pero sencillo, unas horas antes de su recital en el Mercat de les Flors. Le robo unos cuantos minutos a su siesta del único día en esta ciudad. Así es su rutina los últimos meses: hoy acá, mañana allá. “Gran Bretaña, Escocia e Inglaterra. Francia, Ámsterdam, ahora España, Lisboa, sigo por Alemania, después Italia, después vuelvo a Estados Unidos, Buenos Aires, vuelta a Estados Unidos. Y después intentaré no hacer nada hasta abril, parar al menos tres meses, para recuperarme y para tener un poco de tiempo para empezar a planear otro disco.” En abril vuelve de gira por Europa, y en junio, a Estados Unidos. Se nota que está cansada, dice que está feliz.

¿Qué momentos recordás como los más fuertes de las giras?
Bueno, fueron giras diferentes. Con David Byrne fue increíble, ahí sí fue el desafío más grande de todos, porque tocaba para gente que no me conocía. David Byrne entraba al escenario, todo el mundo aplaudía pensando que ya empezaba él, pero no, entraba para presentarme a mí, para hablar maravillas de mí, y entonces ya la gente me recibía muy bien predispuesta. Pero de todos modos era alguien que no conocían, y escuchar 40 minutos de una música que no conocés puede ser muy agotador. Y sin embargo se vendían muchísimos discos cada noche, y fue una gira buenísima porque llegué a muchísima gente.

Y de Europa, ¿qué lugares te quedaron grabados de esta última gira?
Lo mejor fue Gran Bretaña realmente. La recepción. No sé si tiene que ver con el hecho de que yo me nutrí de tanta música anglosajona, sentí que había una conexión y comunicación, un feedback constante con la gente que fue impresionante, nunca me había pasado de tener una audiencia tan a favor, tan receptiva. Muy bueno.

¿En qué se percibe eso?
Se percibe todo el tiempo. Yo sé que hay públicos que son mas fríos y no por eso les gusta menos, como me pasó en Toronto, que era un público gélido, y después resulta que se vendieron muchísimos discos y les gustó mucho. Pero yo sufrí durante el show. No era una cuestión del aplauso, yo sentía que no volvía nada, nada, nada. Entonces en esos shows te la tenés que pasar remando para que se arme algo; después suele resultar, pero a uno se le hace muy cuesta arriba. En Glasgow el concierto era en un bar, la gente parecían cigarrillos en un paquete, parados y super apretados completando todos los huecos del lugar, que era chico, no sé 200 personas ponele; bueno… yo tocaba y fue impresionante, la onda que se armó en ese lugar fue impresionante, a pesar de que el lugar y el sonido eran una porquería. En un bar… donde no vuela una mosca… donde hay cigarrillos, cerveza, todo. Un momento mágico. Bueno, y después Londres, que fue lo mejor.

¿Londres?
Muy impresionante. Yo estaba tocando y no lo podía creer, era una felicidad absoluta. Además el hecho de sentir que estás comunicando algo que a la gente le gusta, te inspira… te potencia y te inspira mucho. Entonces cada canción que viene es todavía mejor que la anterior.

La música
Su música es de verdad difícil de clasificar. La invitan por igual a un festival de jazz o a uno de world music. En las disquerías de Japón no saben dónde ponerla, está en “latin”, “world music” o “avant garde”. Uno podría arriesgar que, con la guitarra acústica, el teclado y su sola voz, esta sonoridad se acerca al electro pop, pero lo cierto es que no se ciñe totalmente a sus códigos y fronteras.

Post bossa-nova, ice-folk, electro pop… De entre las varias etiquetas que le ponen a tu música ¿cuál preferís?
Ah, qué sé yo… La gente no sabe cómo clasificarme… Me dijo John, de Domino, que lo que yo hago es dumb-folk, que es “folk caótico”, y eso me gustó.

Su música es sofisticada, aunque el sustento técnico resulta algo artesanal en estas épocas de sintetizadores y laptops omnipotentes. Pero eso mismo le suma encanto: ahí está ella, mujer orquesta, de pie, con la guitarra colgando del cuello, el pelo largo cayendo sobre la cara y frente a un micrófono que opera también como obstáculo entre los tres o cuatro teclados que se superponen a su derecha. Los teclados son la caja de sorpresas, donde se encierran los mil y un sonidos pregrabados y a los que ella da entrada o salida y ecualiza, todo mientras canta, y si sólo canta y toca la guitarra, entonces al mismo tiempo graba, y al mismo tiempo reproduce lo grabado, de manera que empiezan a delinearse esos loops-mantras contenidos que tanta ventura traen y que difícilmente (como en “Yo sé que”) viran hacia un crescendo.
Lo de mujer orquesta fue a la fuerza, como tantas cosas en la vida. Alejandro Franov era su tecladista. Pero en el 2004 Franov se quedó en Barcelona, tuvo algún problema con su pasaporte y perdió el tren que partía de gira a Estados Unidos y Europa. Así que a Juana no le quedó más que salir con su solos cuerpito y alma a tocar y cantar. “Pensé que era el momento de ser capaz de andar sola. Y cuando armé el show me di cuenta de que antes tenía miedo… pensaba que la gente se podía aburrir… Y sin embargo logré un set del que estoy muy satisfecha, estoy contenta de que haya pasado eso porque si él no hubiera perdido su pasaporte yo nunca lo habría hecho.” Aunque la metáfora de la mujer orquesta va más allá de los shows en vivo: compone sola, produce sus propios discos y hasta la remezcla de Tres cosas es suya.
Sea como fuera, su música es un mantra exquisito, elaborado y certero. Hay mucha intimidad, su voz es seductora de una manera extraña, sin forzarse en lo más mínimo. La voz y la guitarra acústica se pasean sobre un río electrónico y entre todos te hamacan, te hechizan y al fin te dejan suspendido en el aire, acolchonado en sus sonidos. Tres cosas resulta más redondo que Segundo, el anterior. Hay horas y horas de preparación en los dos, un trabajo de precisión que se agradece, ya se sabe qué difícil es hacerle asco a los tantos chirimbolos con que tientan las nuevas tecnologías. Todo lo cual habla de su capacidad como artista.

Sonoridad propia
¿Cómo llegás a ese sonido característico de Tres Cosas?
No entiendo. Bueno, sí entiendo pero no sé cómo responderte.

Imagino que se trata de una confluencia de cosas, empezando por lo que escuchás o escuchaste en tu vida…
Siempre sale el tema de las influencias en las entrevistas. Entonces tantas veces me hicieron esta pregunta que terminé llegando a la conclusión de que las influencias en realidad son conexiones, no son influencias en el estricto sentido de la palabra. Me parece que es como… ¿Te acordás de las valencias en los átomos? Un átomo tiene 3 valencias, entonces se conecta con otros elementos que vienen ahí porque tienen la capacidad de recibirlos, y si no la tienen, por más que vengan 300 átomos de no sé qué la molécula ya está armada y no le entra ninguna otra información. Además, otra cosa que me hace pensar en lo mismo es que en una familia todos escuchamos la misma música cuando somos chicos, todos los hermanos escuchamos lo mismo, y después tenemos unos gustos musicales bastante diferentes… Si las influencias fueran cosas que uno aprendió de lo ajeno, todos los que escuchamos la misma música haríamos la misma música. Entonces creo que es una combinación química que las influencias te despiertan ciertas cosas que vos tenés adentro.

¿Y reconocés algún indicio de lo que después fue tu música propia?
Me acuerdo que yo era muy chica e iba a la casa de mi abuela, que vivía en el séptimo piso, y yo rogaba que me tocara ir sola en el ascensor porque el ascensor hacía un ruido que me permitía cantar arriba de ese ruido distintas melodías, y yo entraba en un mundo completamente aparte, con el pppeeeeepppp, y yo: “taaa-ra, tara-ra tara-ra”, llegar al departamento de mi abuela y ¡tuc!, olvidarme de todo inmediatamente. Y también me acuerdo (sobre esta cosa medio mantra, que yo siento que tengo mucho) que cuando era chica vinimos a España a la casa de unos hippies que ponían música hindú todo el tiempo, y me acuerdo que yo no quería irme porque no podía dejar de escuchar esa música, que eran mantras. O después las canciones que más me gustan de los Beatles son las de Harrison cuando volvió de India. O sea que yo ya tenía una cosa con eso, natural, que siento que me pertenece. No que siento que me estoy haciendo la que me gusta tal cosa. O sea, que me hace sentir plena.

En ese sentido de la musicalidad, ¿sentís que hay un camino progresivo entre un disco y otro?
No sé si es progresivo. Por ahí voy para un costado, para otro. Yo podría haber hecho un disco igual a Segundo, pero dije “No puedo hacer un disco igual”, así que hice otra parte de mí. Y después haré otra parte de mí. Si bien habrá siempre una línea, algo en común, no creo que saque otro disco hasta que descubra otra cosa. A lo mejor es algo que para mí es un descubrimiento y para otro suena exactamente igual, para mí las canciones que hago son cada una un universo totalmente diferente al anterior, por ahí suenan parecidas para la primera escucha, para mí es cambiar una nota de lugar y ya intervine microscópicamente; tenés una superficie lisa y cuando vas adentro hay de todo. Entonces es una lupa que pongo en el sonido, una lupa muy chiquita...

¿De dónde vienen tus sonidos que nos resultan tan autóctonos?
Bueno, voy programando. Trabajo hasta donde me gusta y programo.

Me refiero a esos sonidos de raíz tan folclórica, a tu música como un mantra “argentino”.
Mmm, sí, puede ser. A mí me gusta mucho el folclor [sic]; aunque no conozco mucho, me gusta la idea del folclor [sic]. Me gusta la zamba, las chacareras y las cuecas, toda la música del noroeste argentino me parece increíblemente bella y, si bien no es una música que haya escuchado mucho, la siento… la siento. Sin embargo yo no me considero… Si vos le decís a un folclorista que yo hago folclore, me saca con una alpargata en la cabeza.

Bueno, pero también hay músicos folclóricos muy abiertos, como Juan Falú, que dice que cuando los jóvenes procesemos toda la información musical que tenemos van a salir unas músicas increíbles.
Sí, yo creo que finalmente toda la información que uno tiene, sale por un solo lugar, entonces sale procesada por el filtro de uno mismo. Y eso es algo casi inexplicable, es como explicar cómo funcionan los órganos… el resultado de tu metabolismo es según cada uno.

Escritura espontánea
Dice que sus letras están ahí para acompañar las melodías, porque no se puede cantar “la la la”. Sin embargo, las letras de sus canciones no parecen sólo relleno. A veces traslucen una preocupación nostálgica por el mundo que nos toca vivir, “¿Cómo es posible que el progreso sea tan violento?”, se pregunta en (título sugerente de por sí) “Sálvese quien pueda”, y vuelve a lo mismo en “El progreso”. El estado de cosas actual se cuela también en “Tres cosas”: “Un día de estos, la bandera / celeste y blanca estrellas tendrá / No será culpa de nadie / eso es lo que hay que pensar / ¿Quién los habrá dejado entrar?”. En Segundo explora los mitos populares cuando se mete con el Martín Fierro o con la vieja que está en la cueva y “que llueva que llueva”. Pero la mayoría de sus canciones es un ejercicio puro de una sensibilidad que trae historias desde el micro registro de lo cotidiano (¿en algo parecido a “Juana y sus hermanas”?, como si antes y también ahora ella fuera una recolectora de vivencias).

¿Cómo es el proceso de escritura de las letras? ¿Te sentás a escribir…?
No, no. Las letras, al final. Cuando hago la canción, la melodía, me salen unas palabras, de no sé dónde, unas palabras que quedan bien ahí donde están. Entonces después digo, “A ver, ¿qué tienen que ver estas palabras que aparecieron?”, y eso me da el tema, me lo sugiere. Como por ejemplo, en El pastor mentiroso, me salió [canta]: “Viene llegando la gente sola”, [repite la melodía] “tatarata tara lalala”. Me salió así.

Es un poco como la escritura espontánea del dadá o el surrealismo.
Un poco, pero no tan surrealista.

¿Volvés al texto, lo revisás, lo retocás?
Esas palabras que están, quedan; quedan siempre. Y si es una palabra que no tiene ningún significado, le guardo el sonido; si es “aveldeto”, tengo que buscar algo que suene a “aveldeto” porque si cambio la palabra, el texto sobresale de la música, y no me gusta cuando la palabra sobresale de la música. Entonces… “Sigue llegando la gente sola”, ¿adónde?, a un estadio; pero no me gustó lo del estadio, entonces pensé en que llegaban a una iglesia, y se me ocurrió todo esto del pastor y la gente que iba medio desesperada… Pero, bueno, el tema era (como en la escuela cuando te dan un tema) “sigue llegando la gente sola”, y entonces había que ver por qué, cómo, qué pasa, cómo se desarrolla todo. Bueno, así salió el tema. Entonces siempre aparecen estas palabras del inconsciente que me dan la pauta, y después es como rellenar, que rime, que suene bien, que tenga un sentido que a mí me guste… Digamos que el final del proceso es cuando veo que es tiempo de tenerla lista.

DERROTERO
Primero sacó Rara. Entre el 96 y el 99 grabó Segundo, que ella misma produjo y que se editó en el 2000.
Un tipo (para hacerla corta, pero en realidad es el hoy afamado Bonnie “Prince” Billy) escucha Segundo en Japón, único mercado al que el álbum había accedido, compra el Cd y pone el disquito en el auto cuando maneja por Londres junto a su buen amigo Laurence Bell. Su buen amigo Laurence Bell, que se queda encantado con lo que escucha, es, sin más, el hombre clave de Domino Recording, el más prestigioso sello indie de Londres. De modo que en 2004, tras visita de Bell a Buenos Aires, Juana Molina licenció Segundo y Tres cosas (editado en Argentina en 2002) al sello Domino.
Entre tanto, recibe un e-mail de David Byrne, el ex líder de los Talking Heads, que la invita de telonera para su gira 2004 por Estados Unidos, una gira en la que cada round de la argentina es presentado por Byrne diciendo que Segundo es uno de sus discos preferidos de todos los tiempos. Empieza después una gira por Europa toda, solita, que le depara una excelente acogida del público y de unos medios que, entre mucha cosa muy bonita, la comparan con Stereolab, Suzanne Vega o Lali Puna.
De remate para el 2004, The New York Times nombra a Tres Cosas como uno de los mejores discos del año, entre los de Björk, U2 o Brian Wilson.


ECLECTICISMO ALTERNATIVO
Laurence Bell puso en marcha Domino en 1992, viendo que varios genios del underground estadounidense no tenían distribución digna en el Reino Unido. Eran buenos tiempos para la lírica indie-rock, por lo que enseguida se pudo invertir, esta vez en británicos. De a poco se empezó a gestar en el sello una regeneración geográfica y estilística, promovida por un lado por una política de fichajes liberados pero también por las mismas inquietudes de sus artistas más fieles. Varios artistas de Domino no sólo escuchan géneros variados (pop, electrónica, hip-hop) sino que hicieron justamente de la integración de todas sus influencias una marca de estilo. Trabajos como “Cold house” de Hood o “Rounds” de Four Tet pueden considerarse sendos hitos de la música moderna tal como se conoce hoy en día, ajena al concepto de fronteras entre electrónica y pop. De manera que en la actualidad Domino publica desde country alternativo hasta sonidos “sampledélicos” pasando por el indie-pop más exitoso. Así, tenemos nada menos que a los Franz Ferdinand, por poner un ejemplo, que con su reivindicación del rock se pusieron a la cabeza de las listas de los más queridos en el 2004. Después de doce años, Domino se ha convertido en una marca de la escena musical alternativa que tiene una atención cautiva tanto del público como de la prensa internacional.
Fuente: Revista Go (España)
Véase: www.dominorecordco.com

5:41 p. m.  

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