22/5/05

cambalache mordaz



revista G7

Una publicidad que nada puede vendernos, un adiestrador que tan sólo apabulla, un discurso del gobernante que espanta y horroriza, un video promocional que nos enemista con la propuesta: segundas (y terceras) lecturas de tanto material efímero. He aquí, señores: los Archivos Babilonia y la arqueología mediática.


Aunque proyectable en diferentes medidas a distintos (demasiados) rincones del planeta, el universo que perfilan los Archivos Babilonia se circunscribe puntualmente a la locomotora económica, científica, tecnológica y cultural de estos tiempos: Estados Unidos. Son videos promocionales del gobierno estadounidense y de distintas corporaciones, extraídos de Internet y reunidos en este dvd temáticamente en los ítems “Air Corp”, “Digital Euphoria”, “Go Army” y “Post September 11”. El boceto es sagaz, pero es tarea del observador dejarse impregnar por tanto material bastardo. No hay edición propiamente dicha, sino compilación. Aunque claro que no conviene pecar de ingenuos: esta acumulación de videos remite no tanto al montaje ruso, pero sí a los primeros videastas, allá por los setenta, cuando pronosticaban el estallido de las retinas tras la sucesión de imágenes presuntamente anodinas.
De los Archivos Babilonia emerge un mundo de estrategia y tecnología, en donde el comfort se parece demasiado a la guerra: todo es cuestión de tener la tecnología o el entrenamiento adecuados. Para todo hay que estar preparado en este despiadado universo. Hombres: consumidores potenciales y ciudadanos potencialmente involucrables. Los disparos provienen de todos los frentes: músicas celestiales nos quieren no sólo enrolados en el ejército sino soldados ideales y montados en boeings gigantes, surcando cielos hacia destinos exóticos o disparando misiles; frases memorables de autoafirmación nos taladran la cabeza (“No sólo la tierra de la libertad sino hogar de hombres valientes”, ¿cuántas veces se escucha?); los simuladores de guerra (¡Thanks God!) nos introducen virtualmente en una guerra virtual que, en virtud de las circunstancias, podría acontecer en cualquier segundo; mientras la comunión (“común unión”, adoctrinaron en clase de teología), acontece entre los trabajadores de Microsoft, tras los movimientos histriónicos y el grito adoctrinador de Steve Ballmer: “De-ve-lo-pers..., de-ve-lo-pers..., developers, developers, deevelooopeeers...”.
(sigue en COMMENTS)

1 Comments:

Blogger Paula Yacomuzzi said...

Terminamos de ver los spots de los juegos simuladores Thunder Strike, Vietcong, Soldiers of Fortune (“Hay una razón por la cual los terroristas no pueden dormir por la noche: esa razón eres tú”) y State of Emergency (de Play station, y que misteriosamente tiene como argumento la lucha antiglobalización: una población sumida en la dictadura de una corporación, se subleva). Todo vuela en mil pedazos, las explosiones son rojo-anaranjadas y las plantas son de un verde intensísimo; la cámara tiembla, se zarandea nerviosa, el zoom nos acerca y nos aleja del objetivo; como siempre en los video games, nuestro fusil en el primer plano; la música tiene fuerza y dramatismo, mantiene el suspenso y la acción; los vietnamitas son, efectivamente, vietnamitas de ojos rasgados y sombreros característicos; los terroristas son claramente musulmanes.
Sin embargo, la guerra “de verdad” parece remitirnos a las ascéticas transmisiones televisivas del conflicto del Golfo; para trasladarnos tal vez al escritorio en el que se toman las decisiones o para descubrirnos el temple calculador de la disputa o la apabullante ubicuidad de las tecnologías... Hacia el final de la sección “Post september 11” aparece esta filmación que se conoce con el nombre de “Anaconda targets Afganistán” (Anaconda apunta Afganistán) y que alcanzó una vasta difusión, sobre todo a través de Internet, aunque sólo se sabe que la acción transcurre en Afganistán: unos dicen que es material original de un ataque, los más escépticos sostienen que se trata de un ejercicio de entrenamiento. No hay emoción ni sudor en la contienda, sólo es cuestión de esperar al momento oportuno y apretar el botón para dar al blanco. Las imágenes son en blanco y negro; imágenes tomadas desde un satélite, probablemente, porque acá no hay movimiento ni temblores ni sacudones, la cámara (y con ella, el atacante) se encuentra estable. En el centro de la pantalla, la mira telescópica tras la cual se encuentra nuestro ojo. A diferencia de la guerra en los simuladores, los hombres-objetivo son una manchitas blancas que se mueven por ahí abajo; tampoco hay música, sólo un par de voces de una comunicación por radio durante la cual se van precisando las condiciones del ataque; sólo silencio y una respiración absolutamente controlada, concentrada, falta de emoción y/o efervescencia, que actúa como un beat, confiriendo el cariz de lo que aprendemos a descifrar como “La guerra”.

Rescatando reliquias siglo XXI
Los Archivos Babilonia son el resultado de cuatro años (1999 a 2003) de una práctica que se conoce como “arqueología mediática” y que consiste en la recuperación de material efímero, todo ese material mediático e institucional que se produce para cumplir una función determinada y sin intención alguna de perdurar, y que tanto puede decir sobre las sociedades y sus valores en cada momento. El arqueólogo de los media rasca el polvo de documentales educativos e industriales, de anuncios de tv, de programas de telepredicadores, de videos de promoción turística e incluso de castings para publicidad, los saca a la luz y los reúne, y en el todo revela Machu Pichus de sentido.
Como lo hizo el americano Rick Prelinger en los ochenta y noventa, el antecedente más celebrado en esta práctica, quien conformó una colección de 33.000 películas educativas, industriales y publicitarias de la Nueva York de la década del cincuenta. En el sinfín de los Prelinger Archives, el sueño americano se va erigiendo lentamente, del mismo modo que en aquellos cincuenta, sus primeros días, entre la seductora fantasía de una ingenuidad que ya no es y la celebración a ciegas del consumo que, como una bola de nieve (intuimos entonces), se ha ido inflando hasta estas horas de “Llame ya”, “Compre ya”, “más, más, ¡más!”...
En la compilación de los Archivos Babilonia hay una crítica mordaz a Estados Unidos, una crítica que se dice a sí misma a través de tanto material cotidiano. Aunque no sólo de esta manera accesoria, imprevista, desintensionada, Estados Unidos se convierten en los más grandes detractores de su modo de ser (se dice que el antiamericanismo de los americanos es tan genuino como su Coca-Cola). ¿Extraño Hollywood que premió este año al loado e incansable Michael Moore por su documental Bowling for Columbine que denuncia la utilización de las armas en su país? Michael Moore, que, volvamos a lo nuestro, se lleva los Archivos Babilonia para incluirlos en su próximo trabajo audiovisual. Igual que Dee Dee Halley, otra americana, activista mediática: profesora emérita de la Universidad de California en San Diego, escritora (véase Hand Held Visions: the Impossible Possibilities of Community Media) y, entre otras muchas, fundadora de Paper Tiger Tv, cuyo slogan reza: “Golpeando los mitos de la industria de la información” (www.papertiger.org).

Platos voladores tras las retinas
Esta gran Babilonia (o gran cambalache, si nos queremos locales) apenas es uno de los capítulos que lleva a cabo el colectivo barcelonés Observatorio de Video No Identificado (OVNI) (aunque sin dudas, el capítulo más estruendoso).
OVNI puede parecer un festival de video, uno más en la extensa red “transfestival” que se teje en una Barcelona que, como carece de un Dios Festival en el campo audiovisual, ha debido recurrir a una veintena de divinidades menores. Sin embargo, los propulsores de OVNI reniegan del concepto de festival, o sea, de la muestra indiscriminada de material de última hora y de la competición y galardones. Se describen, en cambio, como proyecto investigativo; excluyen los premios y tienen un tema en cada edición que surge de la amalgama entre las circunstancias de un mundo que se dice a sí mismo y los materiales que reciben o consiguen desde el 92, yendo de festival en festival o participando de redes de intercambio, que incluyen desde el contacto personal con artistas, críticos y/o compiladores, hasta el intercambio más estandarizado a través de distribuidoras y centros de producción. (Para los que gustan de los nombres, acá van los de algunas distribuidoras no comerciales: Video Data Bank, en Chicago —www.vdb.org—; Electronic Arts Intermix, en Nueva York —www.eai.org—; V Tape, en Canadá —www.vtape.org—; Heure Exquise, en Francia —www.exquise.org—; Light Cone, en Francia —http://fmp.lightcone.org—; London Electronicas, en Inglaterra; y Argos, en Bruselas —www.argosarts.org—.)
Como proyecto de investigación, el metier de OVNI es mucho más amplio que la exhibición; de hecho, sólo alcanzan a exponer cada año un 5 por ciento de lo que tienen. Lo que OVNI intenta es posibilitar una crítica de la cultura contemporánea, a partir precisamente del lenguaje que más la caracteriza, en formatos tan disímiles como el video arte, el documental independiente o la arqueología mediática. Antiglobalización y aculturación, media attack, arqueología científica, crítica y deconstrucción de los media, migración y fronteras, trabajo e ideología, visiones de ciencia ficción, comunidad y comunidades, turismo y secuestros del territorio, nación Islam, visiones del otro, rituales y trance, archivos de sueños, experiencia de la muerte, son algunos de los apartados que van asomando en estos 400 videos y 20 cd roms de los que disponen de manera permanente. 420 videos por los que pagaron (¡sí, señores!); no sólo por pieza (200 euros por dos exhibiciones; a la tercera, 90 euros más) sino también para ofrecerlos para la consulta: porque el material está ahí para la consulta gratuita, como en una videoteca de verdad, flexible, abierta, utilizable, disfrutable...; sólo hace falta concertar cita por teléfono. Y espiar la web y el buscador online, para no marearse en la elección en el último segundo: www.desorg.org.
En el sentido de archivo de videos de diversa procedencia, abierto al público, OVNI se emparienta con los milaneses de In Video, una iniciativa dedicada al arte electrónico y las nuevas tecnologías, con unas 500 piezas permanentes que conjugan el video arte con el cine y video de investigación y experimentación, el documental, el video musical, de danza y teatro y el retrato de artista. Y entre los dos se erigen en las únicas propuestas europeas de este tipo.
Claro, al grano: ¿de dónde sale el dinero? De subsidios, por supuesto, y también de buenos y vastos patrocinadores. Al igual que proyectos como el festival de Música Avanzada y Arte Multimedia (Sonar), que empezó ahí mismo (“aunque hoy se ha convertido en una multinacional”, lo dice Joan Leandre, uno de los tres OVNI) o los actuales Caos y Digital is not analog, el Observatorio de Video No Identificado dispone de un espacio físico en el Centro de Cultura Contemporánea y un subsidio “pequeño” (¿?) de esta misma institución. El resto son sponsors varios: medios de comunicación, departamentos de cultura de la Generalitat y el Ayuntamiento, fundaciones e institutos.

10:17 p. m.  

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