15/11/08

dar vida a la materia

APARTAMENTO magazine

Saber esperar ha sido una de las claves de Max Lamb para poder habitar el lugar de sus sueños. Un taller devenido loft, ubicado en un antiguo complejo industrial del norte de Londres, en un área de gran diversidad étnica y una pobreza evidente. El complejo es pequeño; una calle central separa apartamentos y talleres, indistintamente, a uno y otro lado, a lo largo de unos 50 metros. Max comparte con su novia un espacio de pocos metros cuadrados y de distribución abierta, donde el blanco impecable de las paredes estalla a estas horas en que el sol cenital atraviesa los grandes ventanales del techo una planta más arriba. Funcional y despejado, todo tiene la calidez sencilla y sensible de la decoración minimal e industrial noreuropea. También el suelo es de un gris luminoso, así que algunos de los objetos del propio Max y unas sillas Eames junto a la mesa, en el salón, destacan como si fueran joyas sobre un paño limpio. El taller en la habitación contigua ha devenido almacén temporalmente, pero aún se distingue su estructura y se adivinan herramientas y espacios de trabajo.
El equipo de Apartamento acude al encuentro de Max y de su hogar-estudio cual, según parece, un pequeño escuadrón de fisgones. “Marco estuvo ayer, charlamos sobre el proyecto para Apartamento, y creo que quería dar un vistazo”, dice Max con una media sonrisa en el rostro que comunica que le divierte nuestra debilidad, pero también, intuyo, halagado porque su vida despierta esta curiosidad y porque se enorgullece de su lugar, en cuya refacción ha utilizado sus propias manos igual que lo hace en sus creaciones. Un día después de Marco Velardi, llego yo y me siento en su sofá negro de polyestireno (el único de dos cuerpos que ha producido; un objeto agresivo a la vista, por lo tosco, pero suave al tacto y acogedor al cuerpo). Hablamos gratamente entre cafés y galletas, mientras él lleva y trae objetos y materiales que ayudan a visualizar los proyectos terminados y nuevos, las ideas que acaricia y las materias que lo desvelan.
(sigue en COMMENTS)

1 Comments:

Blogger Paula Yacomuzzi said...

Max Lamb tiene 28 años y ha sido elegido, en 2008, Designer of the Future por el Miami/Basel Design, en donde presentó sus Solids of Revolution, unos taburetes hechos en cemento súper ligero y fieltro. En 2006, terminó un MA en Design Products en el Royal College of Arts y en los últimos años ha expuesto en media Europa y Estados Unidos, además de recibir premios a la innovación en diseño de muebles y trabajar durante un par de años con Tom Dixon. En este 2008, ha dado clases en la ECAL de Lausana y, mientras espera ver en los escaparates su primer diseño para Habitat, da vida a una infinidad de ideas que parecen convivir pacíficamente en su cabeza, aún sin riesgo de colapsarlo. Pero lo que nos moviliza hasta él son menos sus créditos y mucho más esas sillas, bancos, taburetes, sillones y mesillas que ha construido. Sus “projects”, como él los llama: en ocasiones, crudos como trozos de naturaleza; otras veces, más refinados, pero tan imperfectos y en ambos casos poseedores de un atractivo visceral y atávico. También nos provocan sus métodos de trabajo, que conjugan el rigor de los procesos industriales (tradicionales y los más avanzados) con el ingenio y la viabilidad de lo artesanal e incluso abogan por el DIY; la exploración de materiales y técnicas como base creativa y estética; su focalización en el proceso más que en el producto terminado y una comunicación que incluye la filmación del proceso de construcción y, en ocasiones, instalaciones en donde ver los vídeos y “probar” sus obras.

Así fue con su Exercises on Sitting, el proyecto de graduación del RCA, una exploración de unas trece ideas que dio como resultado siete diseños de asientos. Para la exposición final, Max dispuso las sillas y taburetes en un semicírculo frente al cual situó una pequeña mesa y, sobre ella, una pantalla; allí se emitían los vídeos sobre la construcción de cada objeto. Pero ha filmado todas sus obras. En la web se pueden encontrar vídeos que lo muestran torneando porexpan para su serie Polyestirene, fundiendo peltre en la playa cuando construye la Pewter Stool o lijando cemento para pulir las formas de sus Solids of Revolution. Es el método que utiliza sistemáticamente para dar a conocer sus trabajos, lo cual lo diferencia no sólo de aquellos artistas que ocasionalmente han filmado algunas de sus creaciones (pienso en Richard Serra), sino también de una cantidad creciente de diseñadores contemporáneos que trabajan en un acercamiento similar a los materiales y procesos (y no puedo evitar remitirme a Hella Jongerius). ¿Por qué esta comunicación? “Before I even made any of my projects I had an idea of how I wanted to exhibit myself at. May be following the idea of what kind of exhibition I didn't want, a very shy exhibition to show the finished object. It is all about letting people get into a secret, how you can communicate more than ‘this is my design, my aesthetic and my perception of the future’. I put the focus more in the process than in the finished object.”

Es el mismo espíritu que anima sus obras imperfectas, plagadas de detalles constructivos, y cuyo diseño resulta de la interacción con las materias y el propio devenir de las técnicas. En la Pewter Stool se pueden ver los granos de la arena que sirvió de molde. Traemos una al escenario de la conversación; la tentación se la lleva el tacto. Si la superficie que quedó expuesta al aire es tersa y brillante, las patas son rugosas y desparejas y el peltre se ha moldeado con agujeros y gránulos. También su Copper Stool –cuyo dibujo evoca la cera como material, los panales de abejas y las investigaciones de Buckminster Fuller– contiene en su estructura las huellas de la cera y el sofisticado proceso de electroforming con que ha sido moldeada. Su serie Polyestirene no puede negar el brazo fornido de su artesano, está claro que el tejido que constituye la Starch Stool resulta de extrudir materias biodegradables y la Rusty Sheet Steel Chair no sólo pregona la oxidación a la que se ha sometido el acero sino el cortado con una herramienta de tanta precisión como un láser. “It is the honesty of the object itself, so the object becomes almost like a story or record of the process, and you can see visual details that describe the process.” Al diseño minimal y limpio, Max opone un concepto de belleza cruda: “Designing is generally trying to disguise this kind of construction details in a way. Everything’s got to be hidden. I agree with that but also think that there is real beauty in the raw details. So I prefer to celebrate the beauty of the construction’s methods or the materials. Let up be the details, rather than designing in a aesthetic.”

Ahora, cuando produce una mesilla para Habitat basada en su Pewter Stool, los prototipos van y vienen entre la India, donde se encuentra la fábrica, y Londres, donde Max chequea las muestras. Es la primera vez que se dedica en exclusiva a diseñar, y está resultando difícil imitar industrialmente las perfectas imperfecciones de un producto originalmente hecho a mano. “I think we have six samples, and every one ignored a particular detail, and then I have to redrawn it, focusing on that particular detail, and then they would forget other details. May be it is almost impossible to do, so we finally decided the lector would go straight, and that will look better, because at least they will achieve a more consistent object. So it is very interesting how this thing turned out. Exactly the opposite to other things that I had produced.”



Una cultura de objetos con valor

Hasta las manos de Max ha llegado ahora una revista del año 1973 con el título “Create your projects at home”, una especie de manual DIY que instruye sobre construir garages o cercos hasta poner repisas en la pared. También enseñan a construir una silla de fibra de vidrio, con un molde. “This is amazing! If every single family uses all this material to make a mold, it is a bit crazy, they whould have a whole street full of molds! [reímos] And then they would have the same chair.”

Hemos entrado en terreno del hazlo tú mismo. Max llegó allí cuando intentó producirse sus creaciones y se encontró con unos precios imposibles. Así que comenzó a pensar en un acercamiento DIY, incluso en un contexto de procesos industriales, como fue el caso de la Pewter Stool. “The word ‘sand’ made me think in sand-casting, which is an industrial process in foundries. So I went to the beach and made my own mold in the beach. And that’s when I thought: rather than making a solid mold, a patron, which make every single object identical, by carving into the sand directly I can make the same object six times and every one is going to be different. So that was working in a very industrialized process but using it in a hands-on way.” Su Pewter Stool es probablemente el objeto que da una imagen más acabada de su idea de artesanal-industrial-DIY. Aunque hay muchas vertientes. Una de ellas es este proyecto que cede a Apartamento para que cada uno intente en casa, con materiales sencillos, baratos y fáciles de conseguir. “It engages people in the actual process of making it, which is what I dedicate my life to do. I think this is what lots of people do. There is so many people handy out there, making their own work! I think we need to encourage that.”

Hablamos de toda la gente que hace y que, durante generaciones, se ha dedicado a hacer con sus propias manos. Así nos adentramos en una cultura que, aún hoy, en pequeña medida, arraiga en la vida moderna. “Aunque las razones de ahora quizás sean diferentes de las de entonces”, analiza Max. Con el mismo interés con el que disecciona procesos industriales y artesanales o escarba en las materias para adivinar diseños, desnuda los mecanismos de nuestro mundo de valor y consumo. “I think now it is a reaction to a kind of lost of identity. Objects now are so cheap in the shops, really, scary cheap. And the problem is that everything becomes so fashionable, so transient, and this object shouldn’t be temporary because they still have a huge amount of material investment. Solid materials, metal, plastic, wood… And because they are so cheap they have no inherent value and become disposable, far quick before than their function is lost. So they get disposal and then another one is bought, and then it gets disposal and then another one is bought…”

De modo que, según él, hay dos opciones para generar (y rodearnos de) objetos que tienen valor. “One is you have to make something expensive so then people have to question themselves, to make a decision: if buying it in the first place, and then if they want to keep it. And the other way is trying to make it yourself. My parents still have little things like Christmas decoration that I’ve made. So every Christmas my mother shows it to me saying ‘Do you remember this?’ ‘Yeah, thanks mama!’ [ríe] So you make something and all of the sudden, though it is incredible shit, you love it. It has an incredible value! And that value is amazing, is this sentiment… I think sentimental value is so important. Things that you can pass down to the next generation. Not only that an object has to have a quality that allows it to exist for so many generations, real good quality of workmanship. But also it has to have some kind of sentimental value…”

También lo seduce el intercambio de productos o servicios, el trueque. “I’ve made this and you’ve grown tomatoes, so we would exchange the chair for some tomatoes” [risas]. Bueno, algo así. De hecho, ha comenzado a trabajar en un intercambio con la marca de ropa Blaak, que próximamente abrirá una nueva tienda en Londres. Ambos producen piezas casi únicas y, por lo tanto, caras; así que Max construirá los muebles y ellos aportarán sus modelos. Con la dimensión agregada de que, de ese modo, se inicia una relación. “That kind of relationships that were so important in society, in life. That way we might become friends”, se entusiasma Max.

Max Lamb es un tipo sensible y racional al mismo tiempo, y habla abiertamente de los recuerdos de familia e infancia y las geografías que lo contienen y estimulan. Su madre estudió arte y ha pintado ocasionalmente; él recuerda las tardes de eventos sociales y té con pintores. Su padre aún trabaja en la Fuerza Aérea. Pero a la hora de buscar antecedentes, cita a su abuelo materno y los veranos en su granja del estado de Yorkshire, el God’s Own County, como lo llaman los ingleses por el verde de sus praderas. “My grandfather was a scientist, but he retired into farming when I was almost 4-5 years old. So he also designed and built his own house, two houses actually, one that my mum grow up in. He was one of the most practical people I know. As a child and teenager I spent all of my holidays at the farm with him and just making things. Building my own dry wall using sand and bricks. This was my entertainment for the day, doing so many practical things. I should casting driveways, drive tractors, doing all the farming work, hay bale dens, search for buried horseshoes or glass bottles or in a tree house named Tremonk.” También su Cornwall natal es una fuente infinita de inspiración, en la península más al sur de la isla de Gran Bretaña, con rocas cual trozos de metal en bruto, una vegetación de páramo y un pasado de fundiciones de peltre que ha marcado su historia y su gente. Max busca y encuentra la foto de su infancia en una playa de Cornwall, la misma en la que no hace tanto ha construido (y filmado) la Pewter Stool. En la imagen, tiene unos cinco años y lleva bañador, los cabellos son semi largos y de ese rubio cobrizo que tiñe el sol del verano durante la infancia y en la mano tiene una pala de plástico con la que ha construido el túnel que se ve a su lado. Max, el de 28 años, se ríe. Dice que siempre ha sido un constructor.

10:54 p. m.  

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