23/10/07

cultivar la anomalía


METAL magazine
Mercedes Helnwein nació y creció rodeada de la excentricidad y las prerrogativas del arte, pero también de sus capacidades poéticas, transformadoras, subversivas (sobre todo) y hasta redentoras. Nuestra entrevistada resulta ser un espíritu singular: libre de especulaciones, se afirma en unos valores algo demodé que ya estábamos echando de menos.
Esta joven artista vienesa, dibujante compulsiva y escritora de aventuras, portadora de un talento escurridizo y que vende su arte a grandes postores y publica los libros que escribe, es una amante apasionada del blues y del río Mississippi que proclama que todo europeo debería visitar Estados Unidos al menos una vez en su vida. Sobre todas las cosas que se pueden contar de su obra y de su vida sorprende lo que comentan quienes la frecuentan: que no hay narcisismo en su manera de estar, que le falta esa urgencia tan corriente en el mundo del arte de constituir una imagen propia como artista. Su amigo Jason Lee (protagonista ahora de la teleserie Me llamo Earl), es uno de los que sugieren la singularidad de Mercedes: “Para mí, Mercedes encarna la verdadera búsqueda del arte, y me quito el sombrero ante ella porque mantiene aquello que tantos tíos tan creativos nunca tuvieron o dejaron ir porque de algún modo se perdieron en el camino. Hablo de la sinceridad y la pureza”.
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imágenes privilegiadas de rostros célebres

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Un libro exquisito se edita con motivo de la exposición Face of Fashion. Mientras celebra la fotografía de moda más vanguardista y sus cruces con la imagen contemporánea, este manual hechicero trae a las celebrities pulidas y en bruto como diamantes de nuestra era.
Samples del siglo xxi. Mientras Cindy Sherman ejerce de editora de moda invitada en el Vogue británico (año 2003) y Martin Parr inicia (y ya ha clausurado) su propia publicación de moda con fines experimentales, los nombres de Ines van Lamsweerde y su coequiper Vinoodh Matadin o el de Izima Kaoru se proyectan desde el mundo de la fotografía de moda hacia el del arte. Juergen Teller no deja de cruzar las fronteras entre uno y otro, ahora insistentemente apuntando la cámara sobre su propio cuerpo desnudo, mientras el hippismo bucólico y utópico de Justine Kurland (que también ha colaborado en Vogue y Elle) cala en el imaginario de los magazines más vanguardistas. El tiempo dirá si de esta última nace una colaboración tan fructífera como la que inspiró Nan Goldin en los noventa con sus instantáneas cargadas de intimidad y tabúes, que en las imágenes del fashion devino en el despojo del glamour y las superproducciones en post de una naturalidad y aquel grunge que Bill Clinton apodó “heroin chic”.
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Jonathan Caouette y la nación Tar


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Durante las dos horas de charla con Jonathan Caouette descubrimos entre otras cosas la capacidad sampleadora de Skype. Un loop alucinante se obstina entre Barcelona y Nueva York; una palabra se tilda en el espacio sideral durante varios segundos, convertida en ritmo puro, escueto y minimal. Un eco a base de “there”. Y es curioso que sea ésa la palabra-ritmo: there, que es allí pero también aquí, según desde dónde se diga. “There, there, there, there, there…” Hasta que cortamos, nos volvemos a llamar y reemprendemos la conversación. Lo prometido es deuda, así que aquí está la anécdota musical. Caouette, por su parte, además de sacudirse de risa con el loop imprevisto, ofrece tenerlo en cuenta para su próxima película. Lo cual no sería de extrañar. En definitiva, no hay duda de que aquél al otro lado del ordenador es un devoto de los materiales innobles. Entre otras cosas.
El primer largometraje de Jonathan Caouette (Houston, Texas, 1973) es una pieza autobiográfica compuesta a modo de collage a partir de 160 horas de grabaciones de súper 8, VHS y digital que cubren 19 años de la vida de su autor, mensajes en contestadores telefónicos y fotografías desde su infancia. Editada en iMovie y con 218 dólares de presupuesto, el resultado son 88 minutos de Tarnation, su título, una obra documental absolutamente subversiva, por la historia trágica y humana que relata como por el experimento formal que constituye, en donde la velocidad y la fragmentación del relato, al igual que los efectos en pantalla, aluden de forma inequívoca a la actividad mental y sensorial de unos personajes psicológicamente turbados. Con Drugstore Cowboy y Mi Idaho privado, al igual que con The Last of England, comparte el uso del súper 8 como evocador del pasado. Mientras que en su calidad de biografía sin pelos en la lengua de unas vidas familiares tumultuosas se acerca a Capturing the Friedmans, Gummo y la más reciente The Devil and Daniel Johnston. Tarnation es una historia de vida, amor filial e identidad homosexual; muestra cómo se constituye y afirma una identidad personal en un entorno desencajado y relata un amor entre madre e hijo que trasciende los infortunios y las contrariedades. Es egocéntrica porque el rostro de Caouette tiene un predominio exuberante y es exhibicionista porque hasta las escenas más íntimas de confesiones y rencillas familiares se ofrecen a la mirada; pero por encima de todo, muy por encima de todo, es una pieza valiente.
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