17/9/08

la curiosidad como motor

METAL magazine

Él es insistente y yo no paro de pensar por qué vuelve a lo mismo. A dar rodeos e inventarse respuestas ingeniosas para no explicar lo que por poco suplicamos que nos cuente. ¿Dónde está el cable que sostiene las burbujas voladoras? ¿Por qué no lo vemos? ¿Qué hizo, cómo lo eliminó, si en los sesenta no había Photoshop? En nuestra charla, lo escucho expectante cuando relata anécdotas sobre esta misma eterna pregunta y sus escabullidas memorables. Él ríe, divertido con las respuestas y el ingenio propio. Yo sonrío para complacerlo, frustrada porque la revelación no llega.
Al fin, comprendo un día que no es chiste el chiste, y tampoco es la avaricia del profesional que mantiene sus secretos celosamente guardados. Cuando me dispongo a escribir este artículo, reviso algunos materiales en su web y así doy con una entrevista con Paul Gachot. En esta conversación sobre tecnología y medios, Melvin Sokolsky concluye que la tecnología nos tiene mal obsesionados, porque en el furor por los dispositivos y los trucos informáticos estamos haciendo a un lado los contenidos. La ilusión de los contenidos, la trascendencia de las ideas y las estéticas y el placer y la emoción de disfrutarlas se difuminan mientras nos obstinamos en averiguar “cómo”. Algo está mal si aquella imagen plena de poesía o esa canción sublime dispara, sobre todas las cosas, nuestra curiosidad tecnológica. Algo así dice. Y la revelación me sorprende. Dudo que sea de este modo todas las veces; pero con demasiada frecuencia, como ahora yo con el cable y las burbujas, caemos en la trampa.
A partir de entonces, veo a Melvin Sokolsky como el último cruzado, un romántico que se empecina en despejarnos la vista. Con astucia se dedica a distraernos, confiado en que volveremos a las imágenes de las burbujas y chicas por los aires a degustar el sueño de la inmaterialidad, el vuelo sobre los campos de Nueva Jersey, el salto sobre el Sena y los techos de París.
(sigue en COMMENTS)

1 Comments:

Blogger Paula Yacomuzzi said...

De hecho, a sus setenta y cinco años, Melvin Sokolsky dista mucho de ser un tipo celoso con sus secretos. Lo he visto en un workshop en el Festival de Hyères, compartiendo con los fotógrafos jóvenes sus trucos en Photoshop. Porque tampoco tiene prejuicios con el uso de la tecnología. En su vuelta a la fotografía editorial y de moda en el año 2000, tras unos veinte años dedicado a la imagen en movimiento principalmente para anuncios, trabaja en digital y usa Photoshop. Lo podéis ver en su web (www.sokolsky.com), y no os dejéis engañar por el artificio de algunas puestas (donde sí se esconde parte de su genio, como le gusta que se sepa): observad más bien que los universos que concibe en estos últimos años son construcciones, montajes de imágenes diferentes. Su idea es que prescindir de las tecnologías de las que disponemos hoy en día es, por un lado, nostalgia pura y, por otro, simple desinformación.
Al mismo tiempo, sin embargo, defiende con orgullo las proezas analógicas. Porque ha trabajado como un ingeniero en su estudio de forma analógica; aún hoy lo hace en ocasiones, y hay un plus importante para Sokolsky en ello. Es el plus de quien lleva una vida observando, investigando y probando para construir burbujas voladoras y universos de cartón corrugado o porexpan, para iluminar a través de proyecciones o lograr negativos creíbles de unas polaroids.
Así fue desde la infancia, cuando probaba con emulsiones diferentes con el fin de obtener un perlado como el que tenían las fotos antiguas de su padre y entendió que la fotografía es un asunto no sólo de técnica, sino también de texturas, acabado y concepción del espacio. “Mi deseo de convertirme en fotógrafo desde alrededor de los trece años era una preocupación que me ocupaba veinticuatro horas al día. Pasé mucho de mi tiempo viviendo en mi propia mente e imaginando y alterando la realidad para satisfacer mi visión. (…) La fotografía es para mí la visión de una mente de principio a fin.” Como el demiurgo de Borges, que sueña al ser nuevo parte por parte, Sokolsky se acostumbró a acariciar las ideas de cada shooting de forma meticulosa.
Trabajó la silueta y el volumen del cuerpo femenino como un escultor se afana sobre la piedra. Las mujeres en las pinturas de Balthus le ayudaron a entender su métier. En cada fotografía, intentó “mostrar el gesto del cuerpo desnudo bajo las prendas: quería que fuera como si las ropas no existiesen. Para mí, si las prendas son más importantes que la mujer, la fotografía no es buena”. En la experimentación con el gesto, Sokolsky dispuso a sus modelos con la palma de la mano hacia la cámara, desobedeciendo de forma deliberada las normas de elegancia renacentistas que imperaban todavía en publicaciones tan a la cabeza como Harper’s Bazaar. Y del mismo modo que se fascinó por el gesto y la forma femenina, exploró más adelante la distorsión del espacio en numerosas series. Instintivamente, se alejó cuanto le fue posible del afán de la fotografía de moda de seguir las tendencias del momento y disfrutó de su irreverencia. Aunque algunas de sus imágenes menos convencionales se quedaron sin publicar.
Así fueron los diez años en que trabajó para Harper’s Bazaar. En esa época, trabajó muy bien con Henry Wolf porque Wolf sabía dar rienda suelta a esa variedad de colaboradores y visiones de las que se rodeó (también Saul Leiter entró a Bazaar por entonces), y menos bien con el gran Mervin Israel después de Wolf, alguien que encontraba en la hostilidad un catalizador, dice Sokolsky. También se entendió con Diana Vreeland, que entonces era editora de moda en Bazaar, de quien admiró su sentido del humor y su forma de lidiar con Nancy White para evitar la censura de los fotógrafos, aunque detestaba su postura altiva tan característica. También tuvo como ayudante en su estudio a Ali MacGraw antes de que saltara al mundo de la actuación.
Entre 1959 y 1969, antes de dejar Nueva York por Los Ángeles y los anuncios en movimiento, publicó también en McCall’s, en donde hizo un número entero en 1962, Ladies Home Journal, Esquire, Show, Newsweek y The New York Times Magazine. Sin embargo, tres cuartas partes de su trabajo en fotografía por esos años eran de tipo comercial. A juzgar por los premios que recibió, Sokolsky fue uno de los mejores fotógrafos publicitarios de los sesenta.
Su carrera como fotógrafo de moda ha sido rescatada y reverenciada en los últimos años como la de un fotógrafo original, con un estilo propio que contribuyó a definir la imagen que hoy tenemos de los sesenta y setenta. Recientemente, su trabajo ha recibido un espacio homenaje en el Festival de Hyères y algunas de sus imágenes se incluyen también en la exposición Fashion in the Mirror, en la Photographer’s Gallery de Londres.
Desde el año 2000, Melvin Sokolsky ha vuelto a la fotografía de moda y publica en Vogue, L’uomo, Vibe y Wallpaper, entre otras.


¿Disfrutas de enseñar a otras personas, de hablar de tu trabajo, contar tus secretos?
En realidad me gusta enseñar porque ya sé lo que sé y lo que pienso, pero siempre me sorprende cómo piensan los demás. Y de ellos aprendo. Si te limitas a tu propio lugar y crees que lo sabes todo, entonces te mantienes siempre igual. Incluso cuando alguien dice algo tonto, también aprendo de las estupideces de las personas. Aprendemos de la gente que nos rodea. Y me gusta especialmente enseñar a los más jóvenes, porque están tan abiertos a recibir información que me satisface realmente cuando veo que reciben la información correcta. En general, cuando conozco personas jóvenes, veo que son muy prejuiciosos respecto de casi todo. Y es razonable que así sea en realidad, ya que para sentirnos cómodos con nosotros mismos debemos tomar algunas decisiones para generar esa seguridad. Aunque supón que esa seguridad es muy precaria aún, y que la mitad de la información que tienes es totalmente falsa. Así son los jóvenes. Si se tratase de un avión volando a Nueva York y ellos fueran el piloto, se estrellarían todas las veces. Pero, ¿cómo le dices a alguien que se va a estrellar? Primero debes dejarlos caer un poco, asegurarte de que no se matarán en el intento y luego recogerlos y mostrarles. Entonces, después de un tiempo, pueden aprender.
En el Renacimiento tenían maestros, como Leonardo Da Vinci por ejemplo, y éstos tenían aprendices. Los aprendices observaban y ayudaban, y de ese modo se desarrollaban. Ahora tenemos escuelas en las que te sientas en tu banco y alguien te dice lo que debes pensar. No se puede aprender de ese modo. Se aprende por aplicación, haciendo las cosas.

De hecho, así aprendiste tú. Nunca tuviste un maestro, un guía, un profesor…
Sí, fui autodidacta. Aunque al principio sentí la necesidad de un poco de ayuda, porque si no llegas a lugares vulnerables. Igual, cuando miro atrás, eso fue lo mejor que me pasó en mi vida. No fui el asistente de nadie. Pongamos que alguien viene aquí y me pide ser mi asistente. Y esta persona me gusta y le digo: “Ok, puedes ser mi asistente”. Y trabaja para mí durante unos cinco años. Hay un gran peligro de que piense que todo lo que hago está bien. “El maestro hizo esto, y luego hizo esto, y también hizo aquello…” Y se convierte en un clon mío y pierde su individualidad. Cuanto más admiras a la persona para la que trabajas, mayor es el riesgo de que te conviertas en su clon. Así que, si te desarrollas por ti mismo, pasará que es solitario y da miedo pero consigues lo que quieres y lo haces en tus propios términos, de acuerdo a tu propia visión.
Alguien me hizo una pregunta no hace mucho y quedé un poco impactado. Miró mi libro y me preguntó: “¿Cómo hiciste esto?”. Entonces juré que no diría “cómo” sino “por qué”. “Éste es el modelo, no preguntes cómo, pregunta por qué.” Él respondió: “Pero ¿cómo lo hiciste?” y me miró con unos ojos tan suplicantes que le dije: “Fui a la ferretería y conseguí una de esas bombas para desagotar el sótano”. Dijo: “¿De verdad? ¿No es Photoshop?”. Dije: “¡No! ¡Es una foto de 1960!”.

El asunto es que deben aprender a pensar por sí mismos.
Sí, ése es el asunto. Cuando digo “No me preguntes cómo sino por qué” es porque el por qué es el razonamiento. “¿Por qué hiciste esto?”. “¿Que por qué hice esto? ¿Por qué puse la chica bajo la cascada? Porque pensé que sería divertido. El chorro de agua sale como desde el suelo; en Yellostown Park tienen esas cosas, y la modelo podía estar echada en el suelo haciendo todo tipo de poses, y así conseguiríamos unas imágenes bonitas y originales.” A partir de entonces pienso cómo hacerlo. Pero la idea de hacerlo fue lo más importante. Así que le pregunto a este tío para qué quiere saber cómo lo hice. Y me dice: “Porque me gustaría hacerlo”. “Ah, ¿así que quieres copiar mi foto?” Y dice: “Sí”. No tuvo vergüenza siquiera de decir que sí. ¡Pensó que era una gran idea copiar mi foto!
Así que tengo que decir que es un ser humano, que tiene todos los derechos inalienables como ser humano, pero que también es una gallina, o una vaca, o algo así. ¡Quizás debemos comérnoslo! [ríe]

Me pregunto si piensas tus imágenes como paisajes visuales o las concibes de un modo narrativo, como historias, con personajes…
A veces hago planes muy precisos, luego los reviso, luego vuelvo a mirar otra vez y cambio de idea, y cambio de idea miles de veces… Nunca es plenamente narrativo, nunca es una construcción. Hay un lugar al que intento llegar, ese lugar es lo que realmente importa. Y le he puesto nombre a ese lugar, quizás suena un poco tonto, no lo sé: lo llamo “la inconciencia libre” (“the free fog”). Es cuando estás pensando en algo y te olvidas de quién es tu hijo, tu mujer, tu casa, y estás tan absorto que te olvidas de quién eres tú mismo. Si puedo alcanzar ese lugar, algo sucede. Pero muchas veces es realmente difícil llegar a ese sitio. De modo que cuando mi mujer aparece y me dice que la cena está lista, yo respondo con un “¡Ahora voy!”, y ella dice “¿Perdón?”. Estoy enfadado, pero no es con ella, estoy enfadado porque me sacó de ese sitio. Porque es tan difícil llegar allí.
En una ocasión, un cliente se enfadó muchísimo conmigo. Porque le dije: “Estoy intentando masticar la comida y tú metes tu mano en mi boca y la sacas de allí. Déjame masticar, por favor”. La gente tiene unas ideas muy raras, creen que eres una especie de mago que hará magia en cualquier momento. Y la verdad es que esto nunca se vuelve más fácil. Más bien al contrario, cada cosa que haces es lo más difícil que has hecho, pero tu experiencia te permite estar más relajado, porque conoces todo el proceso. No hay magia, y todo depende de dónde está la curiosidad. Si la pregunta es “Por qué hay una guerra en Irak”, probablemente habrá una historia que tenga un principio, un desarrollo y un final. Por ejemplo, la mujer con los ojos azules más bonitos que he visto tenía unos dientes con una forma muy extraña; y porque tenía esos dientes tan raros era más hermosa. Y la gente se pone ortodoncia para tener dientes perfectos… Pero cuando la vi era tan increíblemente hermosa que mi corazón empezó a palpitar. En ese caso, hay algo distinto. Se trata de estimulación, de lo que te estimula. Allí vas.

Te dedicaste a la silueta femenina, y lo hiciste magistralmente. Incluso en tu trabajo hay algunas pistas del quiebre de la silueta, algo que en la actualidad vemos con tanta frecuencia. Hay una fotografía tuya, del 60 o 62, que me atrae especialmente en ese sentido.
Sí. Déjame explicarte. Cuando comencé, las fotografías de los maestros de la época consistían en chicas con una actitud al modo más súper pijo de la clase alta, pijería de clase alta (porque claro que somos clase alta, somos lo mejor… así que…). Pero cuando recorría la ciudad y observaba la vida cotidiana, me encontraba con que no todo el mundo es clase alta, y que no todo el mundo camina como clase alta, y que no todo el mundo se sienta como clase alta. Y de hecho, las mujeres que más me atraían eran mujeres mucho más sueltas (cuando una mujer lleva un corset, no se puede sentar. O en China ataban los pies de las mujeres para que se vieran más pequeños). Las mujeres que me atraían se sentaban quizás de lado, o con una pierna cruzada, o así, o así [practica diferentes formas de sentarse con las piernas algo abiertas]. Ésas eran las mujeres que me atraían como joven. Así que tomaba fotos de las mujeres que me gustaban. Y las llevaba quizás a un punto bizarro. Diana Vreeland me dijo en una ocasión: “Mister Sokolsky, debo admitir que es una fotografía maravillosa. Pero ¿por qué toma usted fotos sólo de mujeres con piernas de jarra?”. Le respondí: “¿Y eso la enfada?”. Dijo: “No, son adorables. Pero… tenemos algunos estándares”. Todo lo que puedo decir es que quizás hay demasiada mostaza en algunas imágenes. Cuando en un shooting tengo ropas o trajes que no me gustan, pues simplemente finjo que no están allí y que la mujer está desnuda. “Ahora, quita la ropa y mira la fotografía y dime lo que ves.” Como jóvenes regodeándose con chicas desnudas [ríe]. ¡Pero así era!
Si te dedicas a bailar de acuerdo a los parámetros de los demás, ¿quién eres tú?

Casi no has fotografiado hombres. De hecho, en esta exposición el único hombre que aparece eres tú mismo, en una imagen. ¿Por qué?
Me siento mucho más cómodo con mujeres. Cuando conozco a un hombre, tengo que hacer todas las salutaciones que los hombres hacen entre sí, siempre es un tipo de cosa de machos. He viajado mucho, he estado en España, Italia, Francia, y cada país tiene su propio macho. Cuando estuve en Oriente Medio vi que los hombres allí hacen que los italianos, españoles o franceses parezcan chicas. Pero es algo que va más allá. Si miras lo que está pasando allí… Con las guerras. Están enfadados de muchos modos y por muchas razones, pude ver su enfado… Pero llevarlo hasta aquí, sin ninguna habilidad de negociar, con niños y tanta gente que muere diariamente… Todo por una idea, porque pienso diferente que tú.
Así que no puedo… En toda relación los hombres se hacen eso mismo unos a otros. Si muestras que les gustas, entonces lo dejan andar y está todo bien. Pero cuando trabajo con mujeres, hablamos sobre trabajo, hablamos sobre muchas cosas, y luego si resulta que nos hacemos amigos es algo que ocurre de un modo orgánico. Con los hombres no hay nada orgánico.
Al menos para mí, y ésa es mi personalidad particular… No lo sé.
¡Pero he hecho muchas y muy buenas fotografías de hombres! Y me hubiera gustado fotografiar más. Por ejemplo, cuando estuvo Derrida, pero no tuve la oportunidad. También Zero Mostel… He hecho muchos hombres en mi vida.

En tus fotografías, se nota la influencia del surrealismo y el dadaísmo. ¿Has sido conciente de esta inspiración?
Bueno, en parte sí y en parte no. Cuando miro las pinturas que me gustan, uno de los pintores que más influencia tuvo en mí fue Magritte. Lo que más me influyó es cuando puso esa pipa y dijo “Esto no es una pipa”. Entonces me di cuenta: “Claro, no es una pipa, es el dibujo de una pipa”. De modo que de allí extraje todo tipo de ideas de cosas que crees que son tales pero no lo son. La idea no es copiar lo que hizo, coger una pipa y decir “Esto no es una pipa”. Sino hacer cosas de un modo diferente.
Por ejemplo, hace poco hice una flor, una orquídea, sobre la cual proyecté un rostro. De hecho, lo hice con una cámara analógica, no era digital, todo fue analógico. Así que estaba en la exposición y veo a una mujer que observa la fotografía detenidamente y luego dice: “Esta foto es tan bonita, me encanta. Pero no puedo comprarla”. Y un tipo que estaba a su lado pregunta por qué. “No puedo comprar una fotografía digital”, dice. Así que le digo que no es una fotografía digital. Y ella dice: “Claro que es digital”. Y yo: “¿Cómo lo sabe?”. Ella dice: “Porque puedo verlo”. Así que le digo: “Pero no lo es. Y le diré por qué. La invito a venir a mi casa y allí le mostraré el negativo”. Se ofendió. Así. Es una idea tan normal…
Y en la misma exposición pasó algo similar. Una mujer que decía que tenía una galería en Londres. Pregunta: “Y ¿cómo quitó el cable?”. Y le pregunto, frente a todo el mundo (no es que yo quisiera negar que hubo un cable o algo así, pero su propósito era restar importancia a la foto): “¿Qué cable?”. Ella dice: “El cable que sostiene la burbuja”. Le digo: “¿Por qué habría de quitarlo? La hice levitar”. Me mira y me dice: “¿La hizo levitar?”. Le digo: “Sí. ¿Quiere que la levite a usted también?”. Ella: “¿Qué cosa?”. Le digo: “Sí, puedo hacerla levitar a usted también”. Ella hace un paso atrás. Y yo le digo: “Ah, olvidaba que últimamente sólo consigo levitar personas desnudas. ¿Se podría quitar la ropa?”. Y la mujer se largó.

Nunca lo explicas.
Tengo unas fotografías que me hubiera gustado que estuvieran en la exposición. Porque de ese modo se hubieran dado cuenta de que el cable es tan ligero… es irrelevante. Y la foto no se basa en el cable, la imagen parte de la idea.

Y tienes una cantidad increíble de ideas. Tus ideas nunca se acaban.
Las ideas no se terminan porque estoy interesado en todo, menos en lo que podrán pensar los demás. ¿Sabes cómo es un buen día para mí? Me levanto por la mañana, desayuno y se me ocurre algo interesante. Eso es realmente excitante, porque no puedo esperar a ponerme manos a la obra. Si me levanto por la mañana y alguien me dice que me darán una campaña entera de no sé quién, y que les han encantado mis imágenes, y que también gané un premio… ¿Sabes para qué son los premios? Quizás para seguir trabajando otro poco. Se los doy a mi madre, y ella puede decir “Mi hijo hizo esto”. Los primeros premios significan algo, pero luego ya no significan nada. Pero si me quedo sin ideas, eso sí sería una tragedia para mí, no tendría razón de estar vivo. Quiero decir que de eso se trata lo que hago.

En una ocasión has dicho que, como fotógrafo que eres, tus preocupaciones en la vida tratan sobre fotografía. Pero eso no significa que hables todo el tiempo de equipos y luz, te interesas por muchas cosas…
Bueno, básicamente para un fotógrafo, un pintor o un escultor todos sus sujetos son la suma total de sus conocimientos, de sus impresiones. Lo que haces es absolutamente lo que eres, cualquier cosa sea lo que haces. De modo que, en mi caso, puedo tener éxito con un tipo de fotografía específica y si me pides que me dedique a ese tipo de fotografía, después de algún tiempo ya no podré seguir haciéndola. Me gusta levantarme y descubrir algo nuevo que me empuja. A medida que envejezco, me hago mucho más joven. He aprendido a convertirme en un niño de tres años que espera la Navidad. Cada día. Eso es lo más importante. Ha habido tiempos en los que gané tanto dinero, y tenía el coche que quería y todo lo que quería, pero en dos días ya estaba aburrido. Estás sentado en el coche, lo conduces, entonces empiezas a darte cuenta de que es una sensación nueva, luego llegas al semáforo y aceleras y el coche puede ir a 200 kilómetros por hora…. ¡Es tan estúpido! Así que, si sabes quién eres, creces; si no sabes quién eres y qué quieres… ya sabes… Piensa en las personas que se emborrachan y beben cada noche a morir. En Estados Unidos tenemos personas ahora que no sé qué es lo que comen, llegan a pesar 160 kilos. ¡¿Cuánto deberíamos comer nosotros para pesar 160 kilos?! Realmente me da curiosidad, ¿cómo es que llegan a pesar tanto?, ¿cómo funciona su organismo?, ¿qué comen? La curiosidad lo es todo, y si no puedes seguir a tu curiosidad estás muerto.

10:03 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home