25/5/05

un chico no tan malo

revista G7

Mientras transitaba los tugurios variopintos de la escena cool de Barcelona, Juanjo Sáez se mandó de cronista provocador e ingenuo de la modernidad. Los mecanismos que deconstruye viñeta a viñeta nos resultan harto conocidos.

De este lado del micrófono se entiende rápidamente que hay entrevistados y entrevistados. De la misma manera, imagino, que del otro lado ven entrevistadores y entrevistadores; encarnación de alguno de estos estereotipos será un Tognetti, por ejemplo. Entre los entrevistados están básicamente los difíciles, que se caracterizan por dejar picando la pelota, que se sienten entrevistados en cada miserable segundo y con pausas muy concertadas te urgen a que ejercites tu papel para que ellos puedan ejercitar su rol prominente. De quienes, vale decirlo, no necesariamente salen malas entrevistas.
Después están los… ¿cómo llamarlos? Decirles “fáciles” puede suponer que los reducimos a la categoría de objetos…, y lo cierto es que resultan tan entrañables que no me animo a semejante ofensa. Pues bien. A este grupo pertenece Juanjo Sáez. Llego con una G7 y la revista es el pie perfecto para hablar de Argentina y su devenir. “Concentración”, me digo unos minutos después, y le digo a él que no estoy para hablar sobre mí. Pero esto recién empieza y la realidad es que caeré más de una vez en el agujero negro de mis propios fútiles asuntos. Algo alarmada comprendo al final de la charla tan amena que si un entrevistado entrañable se encuentra con un entrevistador poco exigente, la entrevista puede sucumbir irremediablemente.
Ya ven: Juanjo tiene esa halagadora habilidad de virar el centro de atención. Lo cual habla muy bien sobre él mismo. Tiene un Oro de Cannes por una campaña para Nike, formó parte de la exposición “Signos del siglo xx” entre los más destacados diseñadores gráficos de la España actual y su libro publicado hace unos meses va por la segunda edición. Pero parece no creérsela. Podría decirse que tiene demasiado claros esos caprichosos vericuetos del éxito que de refilón desentraña en su propio libro, Viviendo del cuento, un trabajo autobiográfico que surgió de las tiras que durante unos seis años publicó en la revista de tendencias .H (léase “punto hache”); desde ahí, con sus dibujitos de nenes, se metió, como él mismo dice, con “todos los temas que he visto y conocido de esta pequeña comunidad moderna que tanto le gusta mirarse el ombligo y que le encanta que hablen de ellos aunque sea para reírse”.
(sigue en COMMENTS)

1 Comments:

Blogger Paula Yacomuzzi said...

Viviendo del cuento
Le pregunto qué es eso de vivir del cuento: “Para mí esto no es ‘trabajo’. Hago las cosas que me gustan, que seguiría haciendo si no me pagaran y que hice durante mucho tiempo sin recibir dinero. Eso es en un sentido. Después lo de vivir del cuento también se refiere a los que van detrás del cuento de la vida moderna, o de los que pretenden ser algo que no son, o los que quieren estar ahí para entrar gratis a los conciertos y desfiles de moda…”.
Empezó a destilar su lucidez de calle hace unos diez años en el fanzine Círculo Primigenio, siguió en la revista cool musical Rock de Lux y después pisó .H (o “Bomba H”, como le gusta llamarla), desde donde hizo tan buen ejercicio de aquella máxima de Andy Warhol que dice que si te metés con los famosos, ellos se encargarán de hacerte famoso a vos. Con esa sutil inocencia característica, “denunció” (un palabra un poco fuerte en el universo juanjeano) a las discográficas que se llevan la plata; grupos alternativos que se convierten en súper estrellas y la (importada) cultura de clubs; las modas puti-punky o punky-fashion; revistas que difunden “un mundo chorra y superficial”; reportajes de moda en los que las modelos parecen enfermas y magulladas y “se les ve la chichi”; diseñadores gráficos que se dedican a copiar; el fin del diseño como “lo más” y el fin de su pretensión de ser arte; festivales de música “alternativos” que son miel para las sectarias masas modernas; los nuevos modos de la censura en los medios; las marcas que devoran las estéticas de la calle y hacen de “shit” una palabra cool y de “mierda” una palabra grasa; “modernetes” que pasean horribles pit-bulls y van cegados por el destello de sus zapatillas Prada; diseñadores de moda que hacen del escándalo un trampolín al éxito; los gays, que en definitiva lo que desean es una pareja estable… y mil y un millones más de diminutas, divertidas y significativas anécdotas de la fama, el arte, el dinero y la modernidad.
Lo cual condujo a Viviendo del cuento, editado por Mondadori (un libro minado de faltas de ortografía sin erratas, dicho sea de paso), al primer lugar en ventas en Barcelona durante nada menos que 25 semanas y al primer lugar en… Japón (se sabe, los japoneses son gentes modernas).

¿Cómo es este mundillo de la modernidad?
Pues lo que hay que saber es que en este mundillo son cuatro gatos. Hay tres o cuatro que son los verdaderamente grandes, y alrededor de ellos sobrevuelan unos tantos, el montón, que son los que aspiran a…

Y tal vez son ellos los que hacen más ruido.
Sí, porque están intentando abrirse camino.

¿Esto será universal e intemporal?
Yo creo que ésta, la que pinto en mi libro, es la Barcelona de los 90, pero supongo que lo mismo, con sus ligeras variantes, se reproduce en todas las ciudades. Buenos Aires tendrá lo suyo también, ¿no?

Sí, aunque en tu libro decís que Barcelona es un pueblo, en donde todos se conocen.
Pues sí, aunque hablo sobre todo del centro de las ciudad y sus bares y su vida y de gentes que comparten cierto tipo de actividades. En definitiva es una tribu, la tribu “fashion” o como quieras llamarla.

Hay un libro que acaban de publicar unos periodistas sobre un estudio que hicieron en toda España. Encontraron 18 tribus diferentes y lo gracioso es que la primera que mencionan es la de “los cool”.
¡Je! ¡Es donde se mueve la plata!

Éxito propio y ajeno
¿Cómo es que tu libro ha tenido tanto éxito?
Pues la gente lo lee y se sienten identificados, sobre todo quienes viven en ese mundo se encuentran con situaciones que les resultan conocidas, cosas que alguna vez les pasaron o que pensaron alguna vez.

¿Es cierto lo que contás de que en una agencia de publicidad te encerraron en un cuartito oscuro para que rehicieras tu trabajo?
Sí.

¿…?
Pero ya no me pasan esas cosas.

Ahora sos medio famoso.
Ahora me conocen. Antes me llamaban porque necesitaban algo y alguien me recomendaba y yo hacía mis dibujitos y no les gustaba... Ahora ya saben lo que hago y lo que pueden esperar de mí.

¿Cómo es ese asunto del mundo alternativo de que lo peor es estar en los rankings de los más escuchados?
Sí, pero cuando te toca a ti, que siempre fuiste tan alternativo, ser el número uno, como pasó con [el grupo] La Buena Vida, con su tema Los planetas, entonces ya no es tan así…

Y, como vos decís, si te conoce el verdulero está todo mal.
Lo mejor es que te conozcan unos pocos. Yo también lo viví. Y “tu banda” es “tu” banda. Cuando después de mucho tiempo que la escuchas resulta que se hace popular y la escuchan los demás, entras en cierta crisis: “¡¡Pero, ustedes qué saben, yo la sigo desde siempre!!”. Me pasó con los Pixies.

Todos queremos ser diferentes…
Eso está un poco en todo el libro. Los mejores o los más originales o los más fashion, pero no queremos ser el ejemplar quince mil del montón. Es una cosa bastante adolescente…

Aunque esta tribu de los fashion están más entre los veinti largos y los cuarenta…
Pues sí. Pero yo ya me he apartado. Estoy aquí con mi trabajo, con mi mujer…; y mis amigos con los que acostumbraba a ir por ahí ahora están en otra… De vez en cuando voy a algún evento fashion, de vez en cuando…

¡Y te encontrás con la gente que criticaste en tus tiras!
¡Huy! Sí. Lo peor es que muchas veces no me acuerdo que he hablado mal de ellos y entonces los veo y los saludo normal: “Hola, qué tal”, y de pronto veo caras secas y empiezo a pensar “¿dije algo sobre éste?”. O viene uno y me dice “Eh, tú, cabrón”.

Difícil eso de andar retractándose todo el tiempo.
No… Es broma. Les digo que es un poco de humor, sólo un poco de humor, que hay que reírse un poco de uno mismo. Y si hace falta pedir perdón, pues les pido perdón. Lo malo es que no sólo los alcanzas a ellos con tus ironías sino que a veces la cosa llega hasta la familia. Como pasó con Jordi Labanda [su ilustrador archienemigo, aunque en realidad después declara que lo que lo mueve contra Labanda es una gran envidia]; su padre vio mi tira y se puso muy mal.

O como lo que contás de [la diseñadora de moda] Paulinha Río.
¡Habían puesto abogados y me querían demandar! Después entendí lo que pasó con Paulinha. Resulta que cuando publiqué mi viñeta en .H sobre ella, su firma iba bastante mal. De hecho, poco después cerró. Y por eso le afectó tanto lo que dije.

Pero le diste tu propio espacio en .H para que se vengara de vos.
Claro.

El argentino
Página 150 del libro, enterita, para este monigote que dice ser argentino… El capítulo se llama “La Fama” y empieza: “La auténtica y verdadera profesión moderna es ser famoso, es el destino final de todo, es el objetivo… es el motivo de ser modelo, fotógrafo, diseñador… ilustrador…”.

¿Qué hace ese argentino por ahí?
[risas] Está ahí porque los argentinos tienen fama de abrirse paso fácilmente. Para nosotros el argentino es el sudamericano cool. Vienen aquí y después de un tiempo ya están haciendo lo que les interesa. Tengo un amigo que es fotógrafo, el argentino de mi libro está inspirado en cierto modo en él.

Sí, pero el de tu libro es uno muy cool, “dj, skater, surfer en verano, fotógrafo en invierno”, según decís, ¡¡pero que en realidad trabaja de mozo!!
¡Je! Sí, el argentino representa muy bien ese fenómeno que se da en Barcelona, tanta gente que parece super fashion pero que en realidad trabajan como mozos.

¿Somos muy ostentosos los argentinos?
Pues sí.

Política
Juanjo ya no está en .H, por desavenencias sobre las que pregunto ¡y que él cuenta! pero que no vienen al caso. Ahora ejercita mano y sapiencia de manera semanal para El Periódico de Catalunya, uno de los medios de la corriente “oficial”, sobre la que se dice que sólo mantiene “un simulacro de vida cultural que no es más que el reflejo agónico del gris paisaje de la transición” , con sus chistes sobre el papa, Aznar o Sharon.

¿Hay temas que no se pueden tocar?
ETA, la monarquía, la iglesia. No se puede hablar de ellos en los grandes medios, nadie hace bromas con ellos. Y lo cierto es que en las revistas de tendencias son temas que no interesan, a esta gente no le interesa demasiado lo que hace ETA.

¿Te gustaría tratar algunas de estas cosas?
Sobre todo desde lo social, cómo repercute en la gente todo lo que hace el gobierno. Porque de pronto ves que las cosas no están muy bien… Para El Periódico de Catalunya hice algo sobre el 11-M [los atentados en los trenes en Madrid el 11 de marzo]. Tenía que hablar de eso, la gente iba por la ciudad llorando ese día, yo no podía hablar de tonterías cuando eso estaba pasando…

La ilustración
¿Existe un boom de la ilustración?
En cierto modo. Si en los 80 todo era fotografía, en los 90 se volvió a la ilustración, que ha ido ganando espacios. Por ejemplo en revistas de música o en reportajes de moda; en una revista de música un festival se cubría sólo con fotos; después vieron que con una tira se podía añadir un nivel más de comentario, haciendo un chiste, un guiño, etc., etc.

Es gracioso que después de pegarle tanto a Jordi Labanda, terminás reconociendo incluso que ha descubierto nuevos territorios para la ilustración.
Es que es así. Antes de él no existía la ilustración en relación a un reportaje de moda. Pues ahora están no sólo los dibujantes que imitan su estilo sino los editores y publicistas que recurren a la ilustración porque tienen esta referencia tan fuerte de Labanda…, no sé, por imitarlo o simplemente porque se dieron cuenta de que la ilustración existe y es una herramienta diferente.

¿Cómo definirías tu propio estilo?
Suelen decir que es infantil. Me gusta esa ingenuidad de los dibujos de los niños, en realidad, y también he hecho libros para niños. Hace muchos años que sigo este estilo. [Me muestra sus primeros libritos, una delicia de papel fotocopiado y con tapas de peluche rosa]. Sí, probablemente lo sea… Supongo que son trazos ingenuos, que de alguna manera contrastan con el texto, con mi mala leche y las cosas que digo.

Aunque en cierto modo también se encuentran, sobre todo en el tono que empleás en el texto, que es bastante naif, casi como si le estuvieras contando a tu madre…
De hecho el nuevo libro en el que estoy trabajando le hablo a mi madre…

¿Sobre qué estás trabajando?
Sobre el arte. Es un intento de acercar al arte a esas personas que le tienen un poco de “miedo”, como mi madre, que entra a la catedral de Burgos y alucinar con todo eso, pero que va a Bilbao y no se atreve a entrar al Guggenheim. Una especie de desmitificación del arte. Y algunas pautas para entender a ciertos pintores que me atraen, como Miró.

¿Qué nuevos desafíos te trajo este libro?
Es mucho trabajo, en realidad. Para el otro libro estuve trabajando un año. Es que soy un poco perezoso… [se ríe]. Imaginate… escanear 170 imágenes…

¿…?
Pues es mucho trabajo… [reímos los dos]. Y en el libro anterior lo bueno era que las tiras que había publicado en .H me servían de guía, una especie de índice. En cambio ahora tengo que sacar todo de la nada…

Cosas mías
¿Qué es Buenos tiempos para la muerte? [su primer (mini) libro, me lo muestra]
Cositas mías.

En ese mini libro con mini figuras solitarias al que no logro más que dar una hojeada, hay un “algo” sobre Juanjo Sáez, ya no el mismo que se dedica a incomodar a los modernos. También hay otro en la tira en la que escribió una carta a Sofia Coppola, agradeciéndole su película Lost in translation. Le dice que él también se siente un extranjero en su propio mundo, que sólo hay una nación en el mundo, que esa nación tiene un solo habitante, que es cada uno de nosotros en su soledad. “Me paso la vida intentando entender a los demás… y eso me hace sentir terriblemente solo”, dice Juanjo Sáez. También cuando habla sobre la familia, a la que dedica un capítulo de su libro. Y unos cuantos detalles más, ejercicios de pura sensibilidad.

Juanjo Sáez ha hecho un personaje de sí mismo, un personaje contradictorio, que va de unas broncas y humores adolescentes de “váyanse a la mierda”, al adulto y sensato que desguaza mecanismos y sabe pedir perdón, pasando por el niño sensible y tierno que también exhibe sin inhibiciones cada vez que se le antoja. Juanjo escribe un diario personal, diseminado en flyers que diseñó, en anuncios publicitarios o, claro, en esas tiras en diferentes medios. Juanjo escribe un diario, ¡y le pagan por hacerlo!

7:53 p. m.  

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