22/5/05

aquel raro porteño cosmopolita




revista G7

"Las calles de Buenos Aires/ ya son mi entraña./ No las ávidas calles,/ incómodas de turba y ajetreo,/ sino las calles desganadas del barrio, casi invisibles de habituales".
Jorge Luis Borges

Llevo bastante recorriendo cuando reconozco un silbido que siempre ha estado ahí: un silbido humano auténtico de cuatro por cuatro pasado por un tamiz electrónico; pocos compases, absolutamente minimalista; en su rítmico juego de reiteración opera como encubierta e íntima voz en off (¡juego satánico!) y en principio resulta tango, calle porteña y un tiempo pasado que es a la vez eterno. De esa discreta manera el silbido tanguero me ha conducido a través de paredes tan negras y caminos de exhibidores luminosos que contienen primeras ediciones y manuscritos, a veces de Borges, pero también de Macedonio Fernández, de Oliverio Girondo, de Roberto Arlt, de Leopoldo Marechal, y fotografías de ellos y de Buenos Aires tomadas por Horacio Coppola, Grete Stern o Humberto Rivas, entre otros.
Tuvo que pasar este tiempo y tuve que detenerme en el discreto silbido para tomar conciencia de esta sensación de transitar territorio arrabalero, de deambular proyectada por una Buenos Aires del 30, del 40, del 50. (Así ocurren las magias y las seducciones: consintiendo a la manipulación pero sin que nos demos cuenta en qué preciso momento y de qué manera operan.) Y habrá de pasar un poco más para descubrirme en pleno universo borgeano: habré de atravesar el panajedrez de Xul Solar, escuchar grabaciones y voces de radio de otros tiempos, escudriñar por la biblioteca personal de Borges y sumergirme en su “Biblioteca Infinita” (una instalación de espejos a la que dudo en entrar, allí no hay piso ni techo ni paredes), descubrir a “el otro” en las mil y una grabaciones de televisión y radio, atreverme a vislumbrar una “cosmópolis” borgeana en exhibidores luminosos colgantes y en algunos videos.
(sigue en COMMENTS)

1 Comments:

Blogger Paula Yacomuzzi said...

Tras el conocimiento sensible
Seducir a través de una exposición literaria no es tarea sencilla. Porque incorpora diversos lenguajes y porque de ese modo intenta explorar en el campo formal expositivo para generar una vivencia enriquecedora y no excluyente, la exposición “Cosmópolis. Borges y Buenos Aires” que se realiza en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) hasta febrero de 2003, resulta una propuesta particular. Ilustra la trayectoria vital de Jorge Luis Borges y su relación con la ciudad de Buenos Aires, formando parte del ciclo “Las ciudades y los escritores”, también comisariados por el argentino Juan Insúa para el CCCB, por el que ya han pasado desde el año 1994 “El Dublín de James Joyce”, “Las Lisboas de Pessoa” y “La ciudad de Franz Kafka y Praga” (ahora en el Jewish Museum de Nueva York).
Aunque ese viraje de la exposición a un ámbito lindante con el entretenimiento, con el empleo de los más diversos medios y la intención de captar a un público cada vez más amplio (desde los niños hasta los borgeanos, borgesianos o borgeólogos, en este caso), parece ya ser lo característico de “lo museístico” de los noventa, tal vez todavía resulte novedosa su incorporación en el terreno literario, siempre tan supeditado a lo textual. Cuando una exposición está destinada a un escritor y su obra, el material escrito suele predominar abrumadoramente y sólo se intenta propiciar la lectura en un espacio y con unas condiciones distintas de las habituales. No por ello ha de ser un fracaso; pero sí suele tratarse de experiencias “de erudición”, como se las suele acusar, que no abandonan el ámbito literario, orientadas a conocedores de la obra.
Se puede tener una idea de una vivencia similar al detenernos en las cantidades de material escrito que se exhibe en Cosmópolis, y suponiendo por un momento que fueran el único ingrediente del pastel. De la prolífica obra de Jorge Luis Borges, se muestra aquí una selección que incluye unas 310 piezas originales: unas 50 primeras ediciones de Borges, 70 libros de su biblioteca particular con notas personales y dedicatorias, unas 80 revistas en las que publicó poemas, cuentos o artículos (Proa, Síntesis, Azul, Cosmópolis, Inicial, Nosotros, Revista de Occidente, Ultra, Martín Fierro, Sur, etc.), además de 25 manuscritos (entre ellos, el del cuento El Aleph), 15 cartas personales y documentos manuscritos de personas estrechamente ligadas al escritor.
En el mundo del ciberespacio, de las play stations, del cine 3D y tantos demases, y cuando los museos se ofrecen a modo de ágora griega, no parece difícil suponer, como lo hizo Insúa, que una exposición tradicional resultaría aburrida y no captaría demasiado público. De modo que se propuso una experiencia estética o perceptiva, un espacio que intenta –y logra– emocionar y asombrar, aquellas premisas en Borges y su literatura. Siguiendo el camino iniciado con las de Joyce, Pessoa y Kafka, aunque dando un paso adelante en el empleo de lo inmaterial (también a partir del concepto borgeano de “materia indecisa”), en Cosmópolis los textos se encuentran en estrecha interacción con la música (que actúa como hilo conductor), el audiovisual (seis piezas de creación propia, que reúnen una banda sonora original con palabras de Borges), la luz y el diseño del espacio, por lo que resulta un trabajo por completo interdisciplinario. La tarea de curaduría, finalmente, es la que da coherencia al conjunto, concebida aquí muy cercana en su modus operandi al director de cine, que interactúa con los demás profesionales desde el principio. “Como curador, concibo cómo trabajar con cada uno de los lenguajes. La formación heterodoxa que te da Argentina –explica Insúa, que lleva veinte años en España– , que es algo que muchos no acaban de entender, es muy valiosa. El tipo de creatividad o de alimento que hay específicamente en Buenos Aires es el que permite cruces como los que trabajé aquí.”

Su Buenos Aires
Después de casi dos años fuera de Argentina y con la vuelta incierta, ir a Borges y la Buenos Aires que late más o menos encubierta en sus cuentos, poemas, conferencias, artículos y ensayos ha sido como hurgar con unas uñas terriblemente afiladas en la herida abierta. He recreado con Borges unas calles que eran mías (Las calles de Buenos Aires/ ya son mi entraña./ No las ávidas calles,/ incómodas de turba y ajetreo, sino las calles desganadas del barrio, casi invisibles de habituales... ); he presentido mi ausencia en esas mismas calles y al mismo tiempo temido a los caprichos de la distancia y la memoria (Yo soy el único espectador de esta calle; si dejara de verla se moriría ); he vivido con Borges algunas posibilidades del regreso (En la calle, en las escaleras de Constitución, en el subterráneo, me parecieron familiares todas las caras. Temí que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderme, temí que no me abandonara jamás la impresión de volver. ); he intuido con Borges la magnitud de la honda crisis argentina que no viví (Buenos Aires nos impone el deber terrible de la esperanza. A todos nos impone un extraño amor –el amor del secreto porvenir y de su cara desconocida–. ). En definitiva, me he adentrado con Borges en todo aquello que tal vez prefería no sospechar para no soltarle rienda a la nostalgia.
La referencia personal parecía útil para evocar la experiencia sensible y poética que Borges nos ofrece: no es una ciudad que estaba así antes de Borges, tampoco que está ahí por Borges; simplemente nos permite abandonarnos a la belleza de un instante que es íntimamente nuestro, nos facilita el camino para encontrarnos con la ciudad cotidiana, la de nuestra memoria, la de nuestras fantasías, la de nuestros temores, la que conocemos y la que ignoramos, la ciudad que incluso Borges mismo apenas sospecha y que se dedica a imaginar en sus célebres caminatas por los barrios extremos.
Cosmópolis intenta plasmar esa misteriosa y versátil Buenos Aires borgeana. En los primeros años Borges se dedicó afanosamente a descubrir y expresar el sabor o la esencia de Buenos Aires, pero incluso él mismo reconoció que no fue sino cuando se despreocupó de aquella tarea para dedicarse a sus ficciones, que consiguió “lo que antes había buscado en vano”. Y ése es el recorrido que sigue la exposición: con la mirada puesta en la evolución literaria del escritor, intenta analizar cómo Borges funda míticamente su ciudad (haciendo referencia al poema publicado por primera vez en el año 1920), pasando de un escenario preciso (Buenos Aires) en sus primeras obras de los años 1923 a 1930, a una ciudad universal, que puede ser muchas ciudades, una ciudad innumerable a la que aún, en palabras del escritor, “hay que encontrarle la poesía y la música y la pintura y la religión y la metafísica que con su grandeza se avienen”. Una ciudad que puede intuirse en los cuentos “El Aleph”, “El Zahir”, y sobre todo en “La muerte y la brújula”.
En ese recorrido, la exposición atraviesa todos los recovecos del universo borgeano: las polémicas con el criollismo y la adopción del ultraísmo; el vínculo del escritor con los únicos tres hombres a los que considera “genios” (Casinos Assens, Macedonio Fernández y Xul Solar, con quien comparte la curiosidad por un mundo invisible); los misterios de su escritura (la emoción y el asombro indispensables, “el ‘milagro’ de una revelación que no se produce en el texto sino que corresponde al lector experimentarla”, según Insúa); su “biblioteca infinita” como matriz polisémica; el suspenso en el que abandona a la complejidad del mundo y su posible (o imposible) representación; la obra y la figura polémicas que alcanzan la fama con amabilidad y escepticismo (entonces aparece el Borges irónico y encantador en las innumerables conferencias y entrevistas a las que fue sometido).
Pero, ante todo, “Cosmópolis. Borges y Buenos Aires” instala la idea de un Borges que “promueve y comparte con su generación un cosmopolitismo desacomplejado que no impide la fervorosa conciencia del escenario”, en palabras de Insúa. Y se vertebra en la idea cosmopolita pronunciada por Borges en 1979 en su discurso por la muerte de Victoria Ocampo. Borges afirmó entonces: “Creo que es buena esa ambición de ser cosmopolita, esa idea de ser ciudadanos no de una pequeña parcela del mundo que cambia según las convenciones de la política, según las guerras, con lo que ocurra, sino de sentir todo el mundo como nuestra patria”. Somos ciudadanos del cosmos. La idea posmoderna en discordia, la misma idea formulada por los griegos, el argumento reivindicado por este “viejo poeta ciego” desde el lejano Sur.

i “Las calles”, Fervor de Buenos Aires
ii “Caminata”, Fervor de Buenos Aires
iii “El Aleph”, El Aleph
iv “Tareas y destino de Buenos Aires”, Textos recobrados

2:25 p. m.  

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