9/4/08

transversalidades


METAL magazine

MM dixit: “Por ejemplo, imaginemos que estás en Givenchy y tienes que comisionar un shooting. Para ti es mucho más seguro que lo haga... digamos... Peter Lindbergh que un desconocido. Porque si Peter Lindbergh hace algo mediocre, tú pediste al mejor, entonces estás cubierto. Si pides a un desconocido y algo sale mal, eres tú el que se va. Entonces, en este mundo de economía y miedos, lo que sucede es que la gente prefiere trabajar con gente conocida, con valores seguros. Así todo circula dentro del mismo círculo”.
Michel Mallard es un pragmático, un tipo de acción, y escasamente se deja tentar por las posibilidades filosóficas de la relación entre moda y fotografía o qué cosa es arte y qué no lo es. He pensado en confrontarlo con la idea de Thomas Hirschhorn respecto del arte como rebeldía y la moda como lo contrario a la rebelión, que sólo quiere caer bien para que la compren, pero desisto muy pronto. Él está en otro lugar. Él busca el hueco, atiende a los intersticios, y examina los terrenos en pos de espacios fértiles para crear contenidos y derribar fronteras. En su charla, el sitio que no ocupa el divague intelectual lo tiene en cambio una infinidad de proyectos, ejemplos y nombres que funcionan como puerta de entrada a su universo creativo y a una mirada personal e intrépida.
Michel Mallard es también un visionario. Su intuición le ha granjeado tanta admiración en estos tiempos como, en alguna ocasión, suspicacia en las filas comerciales de las compañías. Es un visionario al que le interesa potenciar la creación visual de nuestros días y permeabilizar las barreras que delimitan géneros en la fotografía y el arte, las que separan lo “comercial” de lo “artístico” y lo “serio y reputado” de lo “frívolo y banal”. Actúa desde el sistema y sus paradojas y ataca los prejuicios y las limitaciones de las mentes conservadoras: “A ellos les interesa en qué formato está [una fotografía], si es un C-print, una impresión digital, un dry transfer, un vintage o cuánto vale. A mí me interesa la imagen y lo que ella vehicula; su estética y su contenido; qué cuenta, cómo es utilizada y, hoy, en la actualidad, cómo vive esa imagen”.
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el discreto lenguaje de los salones

APARTAMENTO magazine

Annette Merrild fotografió los salones de unos cuantos apartamentos de clase media en Hamburgo, Nueva York, Copenhague, Barcelona, Varsovia, Manchester, Tallin, Estambul y Lyon. También escribió algunos textos a modo de diario de viaje. El resultado es The Room Project, una obra que se sirve de nuestra curiosidad por las casas ajenas y de esa necesidad primaria de identificar a las gentes en general, para extraer conclusiones sobre cómo se vive en los pisos de clase media de Europa.
¿Tu chico austriaco cocina las patatas en agua hirviendo antes de meterlas al horno cuando, en tu universo cultural (latinoamericano, para más referencia), resulta inadmisible tamaña “cutrez”? Lo cierto es que, si quieres a tu chico y quieres retenerlo, deberás entender –y también tendrá que hacerlo él-, que una parte importante de las prácticas cotidianas y sus “verdades”, en las que en buena medida también se asienta tu ser, son total y absolutamente discutibles. O sea, que son relativas, relativas al lugar de dónde procedes, entre otras cosas. A donde queremos llegar es a que Annette Merrild, en su experiencia como danesa viviendo en Alemania, se encontró con unas cuantas de estas cuestiones del hacer cotidiano que en su dimensión más filosófica obligan a replantearse el concepto de “verdad” mientras que, en una vuelta de tuerca menos, simplemente demuestran que mucho de lo que sabemos, pensamos y practicamos, al igual que el modo en que lo hacemos, está determinado en gran medida por nuestro país o países de origen, por una especie de saber nacional y cultural.
La luz, un elemento esencial en los países escandinavos –por su escasez durante largas épocas del año, qué duda cabe–, fue uno de los disparadores para Merrild. Durante la década en que vivió en Hamburgo, Annette advirtió que los alemanes no pueden prescindir de las cortinas en sus hogares, mientras a ella le tocaba escuchar con demasiada frecuencia los comentarios de los vecinos sobre la ausencia de cortinas en su apartamento, que había amueblado según la costumbre danesa de no entorpecer la entrada de luz al interior. Los detalles de este tipo se fueron sumando, y así Merrild se afianzó en la noción de que muchos de nuestros hábitos de decoración e interiorismo están determinados por unos saberes culturales, a lo cual se agrega la influencia de lo individual en el hogar, como otro de los modos en que se expresa nuestra personalidad, intereses y hábitos, al igual que unas cuantas cuestiones relativas al estilo y el estatus.
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